Perdón Evo por no ser Cuba, por no ser Venezuela, por no ser Nicaragua. Y no es por ofender a esos pueblos que han tenido tan mala suerte con sus líderes (los bolivianos no estamos muy lejos), pero hay un solo detalle que nos hace distintos, incluso de los argentinos que suelen ser tan orgullosos, pero que no han sido capaces de deshacerse de la lacra del peronismo que los mantiene esclavizados desde hace más de 70 años.
Es verdad que todos los latinoamericanos somos caudillistas, somos proclives a caer en las trampas de los populistas, pero nunca hemos tenido un Stroessner, un Somoza, un Pinochet y tampoco un Trujillo y menos vamos a soportar a un Fidel Castro o a un Chávez. Perdón Evo por eso.
También es cierto que somos rentistas, que nos gusta que nos regalen cosas, que siempre estamos prestos a tender la mano para recibir prebendas, pero jamás hemos hecho de esa conducta un modus vivendi. La inmensa mayoría de la población vive de su trabajo y no se confía en que la política le va a llenar el plato de comida. Ese es en realidad el gran obstáculo que ha tenido el cocalero para llevar adelante su proyecto, porque los bolivianos ni siquiera han caído en la trampa del narcotráfico, de otra forma él estuviera en el poder. Mil disculpas por semejante desplante.
Es verdad que nos falta la educación de los chilenos, el desarrollo de los brasileños, el ingenio de los argentinos y el nivel de vida de los uruguayos, pero ya quisieran ellos tener un pueblo que no se doblega ante quienes le quieren meter gato por libre, que no admiten falsos mesías y que no se tragan el cuento de ídolos de barro que hacen salir el sol y que hacen llover leche y miel. Esperamos que nos sepas perdonar por no habernos arrodillado para amarrarte los zapatos como hizo ese pobre oficial que seguramente se está arrepintiendo de haber cometido semejante humillación.
El cocalero creyó que todos los bolivianos son como esas mujeres y hombres que, según él, le ofrecían a sus hijas para que las deje embarazadas y que todas las bolivianas son de la calaña de esas que supuestamente se le ofrecían como si fuera un adonis o un el dios del olimpo. Perdón porque en Bolivia todavía hay valores, se respeta la familia y no admitimos esas barbaridades que él mismo contaba en los medios de comunicación internacionales, haciendo gala de su vulgaridad.
Perdón Evo por no haberte dado el gusto de derrocarte, de sacarte del poder por la fuerza, como pretendías, para que puedas victimizarte en serio, para que no quedes como un cobarde que huiste sin escuchar ni un solo tiro. Perdón por la unidad, por la dignidad, por la fuerza de un pueblo que viene luchando desde hace 200 años por su libertad y que seguirá haciéndolo como ahora, a cualquier costo y ante cualquier adversidad. Mil perdones.
Fuente: Eduardo Bowles