Las objeciones principales al Federalismo, no tienen relación con el Federalismo. Veamos:
1) “Que el ciudadano no está preparado” En la hipótesis de que sea así, se trata de una insuficiencia de la Cultura Política, que cruza transversalmente la vida pública del Estado, más allá de que sea unitario o federal. La objeción termina cuestionando, en última instancia, la vigencia de la mismísima democracia. En ese contexto, lo que cabe tener en cuenta es que la Cultura Política tiene mejores posibilidades de evolucionar democráticamente en un Estado Federal, porque se generan mayores escenarios institucionales para acercar el Poder al ciudadano – extremo que, supuestamente, es un objetivo común de tirios y troyanos y de moros y cristianos…
2) “Que los actores políticos no están preparados” La hipótesis tiene la misma raíz filosófica anterior. Al final, hay un grado indisimulable de vinculación entre la ciudadanía y los gobernantes. La objeción, nuevamente, terminaría cuestionando la vigencia de la mismísima democracia. Si los actores institucionales no están preparados para gobernar, mejor sería buscar un autócrata providencial que nos ahorre los sufrimientos ocasionados por nuestra propia impericia democrática – una especie de tutor para nuestra minoría de edad política…
3) “Que se va a afectar la unidad del país” Es la hipótesis más rancia. La de aquellos que siempre han propuesto que cambie todo para que no cambie nada. La de aquellos que el 1° de mayo de 1877 fusilaron a Andrés Ibáñez. La de aquellos que de forma regionalista dicen regionalistas a los otros… ES LA HIPÓTESIS MÁS CONSERVADORA, paradójicamente, manipulada por aquellos que se dicen a sí mismos “revolucionarios”… ¿No es más honesto reconocer que el diseño actual del Estado sólo fomenta un manejo cada vez más autocrático del gobierno, promoviendo desencuentros sistemáticos, que ponen a Bolivia en el riesgo circular de una ruptura? La unidad no se basa en el romanticismo burocrático de cantar el himno nacional cada seis de agosto, sino en el ejercicio cotidiano del Poder en la geografía de un país vasto y diverso que, según el propio Estado, es “Plurinacional”… Por lo demás, la hipótesis es también un despropósito, porque hace gala de un nacionalismo policial que sólo exacerba la rebeldía de otros nacionalismos más espontáneos… ¿No es más prudente debatir la materia en el ámbito de la reforma del Estado, sin caer en la demagogia temeraria de galvanizar sentimientos nacionalistas? ¿No es más sensato plantear que el tema pertenece más a la ingeniería gubernamental que a los rencores provinciales, ya sea que vengan del nivel central o de “la periferia”? – bueno, para la oligarquía burocrática, tan fortalecida en los últimos tres lustros, no parce conveniente, desde luego…
4) “Que hay otras prioridades” Es la hipótesis más obvia, claro. Todavía, en última instancia, está pendiente la felicidad, en efecto… Pero, entretanto, no le vendría mal al país una reforma democrática que no sea tan revolucionaria… Así, los que coquetean religiosamente con el estalinismo anacrónico, podrán intentar tomar el cielo por asalto en cada esquina, mientras que los que agradecemos fervorosamente las discretas posibilidades de un régimen liberal, que por lo menos respete nuestro derecho a pensar, podremos disentir con modestas garantías institucionales…
En contrapartida, habrá que recordar que el antecedente más importante de lo que podría ser el Federalismo, es la Ley de Participación Popular, que permitió pasar de 24 a 311 municipios (hoy 340), que tienen autonomía política, económica y administrativa para la gestión de recursos y competencias descentralizadas en el nivel local. Así, la inversión municipal, que representaba apenas el 3% de la inversión pública, en la actualidad representa más del 30%.
La Ley de Participación Popular transfirió, además del 20% de la coparticipación tributaria (que hace posible la democracia local en los municipios pequeños), también el 100% de la recaudación de los impuestos a inmuebles, vehículos y transferencias (que permite un crecimiento sin precedentes de los ingresos propios en los municipios de las capitales), para la gestión institucional de la infraestructura física afectada a los sectores de educación, salud, deportes, cultura y caminos vecinales. Todas las secciones de provincia de Bolivia se convirtieron en municipios, que pudieron levantar de los recuerdos su plaza central, arreglar sus calles principales y construir escuelas, postas sanitarias, además de canchas de futbol y centros culturales.
Bueno, el caso es que un proceso de alcances tan generosos, fue una revolución democrática y silenciosa, que no tuvo un solo muerto.
Fuente: Roberto Barbery Anaya.