Desde el 2006 el MAS y sus pseudointelectuales vienen emborrachando la perdiz con su modelo económico y social. Que capitalismo andino, que socialismo comunitario, que pluris, multis, pitos y flautas y lo cierto es que nunca han tenido un plan definido, salvo la destrucción de la economía formal del oriente boliviano y la consolidación de un narco estado, con epicentro en el Chapare.
El estatismo desarrollado desde 2006 no tuvo ningún fin económico, sino político. La nacionalización y la creación de empresas no han servido en absoluto para industrializar el país, para diversificar la economía o para generar una estructura productiva sólida, como era de esperar de un régimen socialista. Todo fue para derrochar, inflar el ego del cocalero, para repartir pegas y generar una inmensa burocracia leal a la dictadura.
En lugar de asegurar la soberanía energética y potenciar las exportaciones, la nacionalización de los hidrocarburos nos ha vuelto más dependientes y nos ha puesto al borde del desabastecimiento, nada menos que del gas, el producto estrella del país. En el sector agropecuario, los resultados han sido desastrosos, pues cada día se incrementa la importación de alimentos esenciales como papa, cebolla, maíz y trigo, mientras el régimen acentúa las restricciones a las exportaciones de productos competitivos como la soya, el azúcar y la carne vacuna.
El mote de “comunitario” sólo fue una excusa para desviar ingentes cantidades de dinero a los movimientos sociales y sindicatos afines al gobierno, tal como se evidenció en el mayúsculo escándalo del Fondo Indígena. A los militares también se les entregó dinero para que desarrollen actividades productivas y hasta hoy no se ha visto ni un solo tornillo salido de los cuarteles. El litio, las termoeléctricas, las plantas de separación de gases, los nuevos combustibles también han sido nada más que palabrería, al igual que el discurso ecológico que se quemó con los incendios, con la destrucción de los parques y la invasión de las áreas protegidas.
El único capitalismo que ha funcionado en todo este tiempo es el de la informalidad que ha seguido creciendo, el del contrabando, que se ha vuelto incontrolable, el de los empresarios ligados al poder que han dejado en quiebra a cientos de alcaldías con sus obras inconclusas, con sus coliseos y sus proyectos inservibles y, por supuesto, el capitalismo salvaje de los cocaleros, que tienen carta blanca para sembrar en cualquier lugar del país, para invadir los bosques y destruir el medio ambiente.
La mala noticia para el MAS es que su modelo político también ha fracasado, cuando la población le impidió al cocalero consolidar su dictadura a través del fraude. Eso los ha llevado a intentar extender su esquema destructivo de la economía, tal como lo admitió el ex vicepresidente cuando justificó la aplicación de las “leyes malditas” que atentaban contra la propiedad privada. Ni siquiera sus aliados le permitieron tal exceso y hoy también está en riesgo la continuidad del plan de entregar al país a la delincuencia organizada, el único modelo que impulsa el masismo.
Fuente: Eduardo Bowles