Miró con ansiedad la pizarra electrónica que dominaba el vasto salón. El siguiente bus salía en una hora y diez. De pronto se le ocurrió que tenía muy poco tiempo. Muy poco tiempo para esperar.
La idea, que al comienzo le pareció absurda, se le fue dibujando como algo razonable. Luego, como lo más razonable que le había pasado en la vida.
¿Acaso había tenido tiempo para pensar detenidamente en lo que le sucedía? No, en realidad no. “Ni yo, ni nadie”, se dijo con ironía…
Y pensó. Y se vio ayer, ansioso, yendo y viniendo. Y se vio ahora, igual, y se vio mañana, igual. Puntualmente armado de vagas certezas y claras incertidumbres.
Luego miró con indiferencia la pizarra electrónica que dominaba el vasto salón. El siguiente bus salía en tres horas.
Fuente: Roberto Barbery Anaya.