1) ¿Para qué sirve la filosofía?
Para llegar a la indiferencia.
2) No entiendo…
Eso me tiene sin cuidado, obviamente… Pero, bueno, he aceptado conversar con usted…
3) ¿Por qué aceptó?
Porque me cae bien.
4) ¿Podría añadir algo?
Claro, aunque resulte innecesario, porque si dejamos de lado el pudor reglamentario, casi todas las decisiones que tomamos son arbitrarias, más allá de que se amparen en alguna consigna maltrecha, ¿no? Se apoyan en las veleidades de nuestro pedazo de mundo unilateral, salvando las concesiones que estamos dispuestos a hacer por necesidad, que, en mi caso, nunca han sido importantes…
5) Entonces, ¿usted es rico?
No, de hecho me quedé sin trabajo varias veces para no hacer concesiones por necesidad, y me fui al exterior. No soy rico, soy intolerante.
6) ¿A qué?
A las consignas. Una especie de alergia a todo arrebaña/miento.
7) ¿Por ejemplo?
Bueno, en mis mejores años, me compliqué la vida para siempre, porque no me dio la gana de aplaudir al “Cruceñismo”. Últimamente me la vengo complicando hace más de tres lustros porque no me da la gana de aplaudir al “Estado Plurinacional”. Pero veamos los ejemplos de manera concreta: desde que era joven, critiqué públicamente a las logias (cuando era un suicidio colectivo hacerlo), como se puede confirmar en los archivos de prensa y de televisión; por otra parte, cuando se promulgó la “Nueva Constitución”, no se me ocurrió mejor idea que escribir dos análisis críticos del flamante texto, que abarcan un estudio minucioso de cada una de sus Cinco Partes, sin descuidar el Preámbulo, en vez de festejar las consignas, en efecto…
8) ¿Por qué tanto despropósito?
Por esa intolerancia que tengo con las virtudes gremiales. Sean de cofradía medieval o de parque jurásico.
9) Retornemos, para finalizar, al comienzo, a la filosofía: ¿ha llegado a la indiferencia?
No creo en la virtud absoluta. Ni siquiera porque la virtud es una entidad singular – los misterios colectivos se llaman “disciplina”, que no es poco… Pero estoy satisfecho con mis progresos discretos… De todas formas, para aquellos momentos en los que me siento vulnerable, reservo un fragmento del evangelio apócrifo de Borges: “Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…”
10) ¿Quiere añadir algo más o le resulta indiferente?
Una cita de Marx, pero del Comediante, desde luego: “Yo jamás pertenecería a un club en el que se acepten a socios como yo”
Fuente: Roberto Barbery Anaya.