Entre los escombros de la plazuela, en la calle 2 de Equipetrol, hay una piedritas blancas, cuidadosamente pintadas, de forma que parecen conchas marinas…
No hace mucho, en la preciosa y breve alameda, que une a la calle 3 con la calle 4, había una Rosa, diligentemente ignorada por los peregrinos…
Detrás del cemento de la cancha de fulbito, entre las calles 5 y 6, uno de los antiguos arcos se conserva, como una reliquia, para nostalgia de los que jugábamos en el pasto…
En la plazuela de la calle 7, antes de llegar a la Iglesia, hay un banco de madera que no envejece…
¿Quiénes hacen esos milagros? ¿Quiénes sienten esta emoción indiferente a las ruinas del tiempo? ¿Quiénes son ?
Fuente: Roberto Barbery Anaya.