Salvando excepciones desafortunadas, un libro es un acto de integridad. Sobre todo cuando se trata de escritores inéditos, que tienen que pasar por catorce estaciones para Publicar, antes de encontrarse con la indiferencia general, matizada por alguna crítica malintencionada.
Pero hay libros de autores nuevos que inclusive pueden tener mayor integridad: se trata de aquellos que, aun venciendo las dificultades externas, lo que se proponen es dar cuenta de una fractura del alma, sin otra pretensión que liberarse de ella…
Son libros complejos, por cierto, ya que ni siquiera persiguen algún grado de aprobación colectiva; tan solo buscan enfrentarse lealmente a sus fantasmas íntimos…
El libro de Jorge Pacheco es así de noble. Trata, simplemente, de una historia de amor con minúscula.
Pero antes de concluir este comentario, no puedo resistir la tentación de compartir con mis lectores una infidencia: este libro se publica cuando Jorge ya está en La Decimoquinta Estación de su vía crucis, de acuerdo a los usos de Juan Pablo II: es decir, cuando ya ha resucitado.
Fuente: Roberto Barbery Anaya.