El frío de Buenos Aires a las seis de la tarde es dos veces frío. José María Barbieri estaba sentado en la mesita del rincón, mirando la lluvia que pasaba por la calle. Entré al Café por la puerta del rincón y fingí con aire distraído que no lo había visto. El truco inofensivo fue aún más evidente porque era su cumpleaños. Entonces dijo con aire resignado: “De acuerdo. Esta fecha, por lo general, la paso solo, pero ahora la pasaré con la multitud.”
Transcribo el breve diálogo que tuvimos (él y yo (José María y “la multitud”))
-Bueno, pero no debe ser tan difícil cumplir años cuando uno se puede pagar más de un café…
-Hay más tiempo para pensar, y eso es demoledor. Pensar es tomar conciencia del tiempo, lo que en un viejo es lo mismo que atentar minuciosamente contra la vida.
-No entiendo…
-Con la edad, la emoción se remonta a evocar idílicamente el pasado; si no estás gravemente enfermo, el presente resulta indiferente, y el futuro es inmenso: la muerte.
-Lo que quise decir es que al menos no tiene problemas económicos…
-Esa es una visión muy joven de la vida, estimado joven. De todas formas, espero que el dinero le alcance para leer a Sir Thomas Browne. Dice que el olvido es insobornable…
-Entonces no es verdad que todo tiene un precio…
-El valor y el precio son distintos. No solo en el mundo cotidiano de la Economía. Ya dijo Oscar Wilde que un cínico es aquel que sabe el precio de todas las cosas y el valor de ninguna. Pero no cambiemos de tema. Por lo pronto sigamos con el genio inglés, no con el genio irlandés…
-¿Qué más dice Browne?
-Es implacable con los afanes materiales de la intrascendencia. Dice que los tesoros del olvido son tan vastos que incluyen los huesos que caben en una urna…
Fuente: Roberto Barbery Anaya.