Para resucitar una rosa encarnada, primero hay que andar sus cenizas…
Me parece que es lo que quiere decir el maestro alquimista a su aspirante a discípulo, en “La rosa de Paracelso”, el cuento de Borges.
La ruptura es inevitable; sin embargo, se produce en forma musical: “Paracelso lo acompañó hasta el pie de la escalera y le dijo que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabían que no volverían a verse.”
Ahora presiento que se trata de un episodio más del duelo circular entre dos especies de hombres: los que saben que la meta es el camino y los ansiosos por llegar de una vez a ninguna parte.
Fuente: Roberto Barbery Anaya.