En 1613, Cervantes tenía seis dientes, “y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros”, dice un cronista de la época. También confirma que “perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa”
Mientras leía estos apuntes, no pude dejar de evocar el título melancólico de la autobiografía de Sabato: “Antes del fin”. Tampoco la queja melancólica de Borges, cuando parece recordar que alguna vez vivió los días de Alonso Quijano, pero nunca el delirio de Don Quijote…
Fuente: Roberto Barbery Anaya.