“Pensar es un impulso nervioso de una especie animal. Como ladrar, en el caso del perro, o rebuznar, en el caso del burro. Ninguna idea de trascendencia compromete al universo»
José María Barbieri
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No me gustó.
No me gustó la reciente idea de José María Barbieri, porque acabo de escribir un nuevo libro, convencido de que el universo se ha comprometido conmigo.
Indignado, me propuse interpelarlo.
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(Yo) ¿Qué quiere decir con eso de que pensar es lo mismo que ladrar o que rebuznar para el universo?
(José María) Bueno, en realidad es peor que rebuznar, porque supone un grado mayor de ambición, lo que le añade al animal humano un margen de dramatismo que no tienen los burros. El hombre es el único animal dramático.
(Yo) ¿Por qué?
(José María) Por la distancia que hay entre sus expectativas y sus posibilidades. En ello radica, precisamente, el dramatismo… El perro ladra a la luna, pero no porque esté convencido de que va a modificar su curso… El hombre tiene la megalomanía de suponer que inclusive puede interferir en el curso del tiempo, sin advertir que lo único que cambia es su percepción de las cosas, en medio de un universo inabarcable…
(Yo) ¿Eso quiere decir que mi nuevo libro no tiene ninguna importancia?
(José María) Para vos, tiene, porque le añade dramatismo a tu existencia. Te deja en peores condiciones que el burro.
(Yo) Entonces, ¿da lo mismo una rosa que un solecismo?
(José María) No siempre, depende para quien, lo que nos hace volver a la percepción. De todas formas, como dice musicalmente Angelus Silesius, resumiendo la indiferencia del universo: “la rosa es sin por qué”
Fuente: Roberto Barbery Anaya.