Un militante del optimismo burocrático le dijo a José María Barbieri que su escepticismo era insoportable. Su respuesta fue aún más desmoralizadora:
“Bueno, reconozco que, de acuerdo a los usos y costumbres, me falta piedad. Para ser más justo, Piedad Histórica… Por ejemplo, me resultaría conveniente postular algún credo político o alguna utopía religiosa, insinuando con regularidad la importancia de refundar campos de concentración o desempolvar inquisiciones medievales… En síntesis: me falta vocación genocida.”
El dirigente universitario no se dio por vencido. Lo desafió a buscar un rescoldo de fe en alguna parte del “Claustro”
Entonces José María le propuso que se olvide de la Facultad de Derecho. Que si le gustaba la filosofía, no descuide el poder terapéutico de las ciencias exactas, donde se puede frecuentar sin rubor el desaire de lo Absoluto, evitando el riesgo de caer en totalitarismos – “hay que reencontrar la armonía en la indiferencia de las matemáticas”, dijo finalmente.
Fuente: Roberto Barbery Anaya.