Cualquier comunicador, periodista, publicista, influencer o relacionista público debería sentir envidia por lo que ha logrado la tik toker boliviana Albertina Sacaca, una humilde joven campesina oriunda de Potosí, que en tiempo récord ha logrado más de cinco millones de seguidores en sus redes sociales.
Lo ha conseguido con virtudes que los comunicadores hemos perdido hace mucho tiempo y que posiblemente jamás hemos tenido. Albertina es auténtica, muestra historias reales de personas de verdad y lo hace con un lenguaje que entienden todos, incluso los niños y jóvenes, un público que los medios tradicionales hemos perdido hace mucho.
Las nuevas generaciones ya no leen periódicos, no esperan las noticias en la televisión y jamás se pondrían a escuchar un informativo radial. Ellos se enteran de las cosas por otros medios, consumen otro tipo de productos y se conectan con la realidad gracias a nuevas fórmulas, códigos y lenguajes que los “viejos” no entendemos, de ahí que algunos juzguen con mucha ligereza el trabajo de Albertina.
Los periodistas nos pasamos todo el día hablando de los individuos más rechazados e indeseables de la sociedad, los políticos, funcionarios y burócratas, a los que tratamos como si fueran dioses. Les rendimos pleitesía, los llamamos con nombres rimbombantes, les brindamos todo el espacio en la radio, los noticieros y las páginas de los periódicos. Hemos conseguido que la política se convierta en una religión y al estado en un objeto de culto, con toda una simbología que consideramos sagrada gracias al adoctrinamiento que practicamos principalmente los educadores e informadores. Los jóvenes sienten asco por todo eso y si bien quieren saber de economía, les interesa más el punto de vista de la ama de casa y no del ministro mentiroso y sinvergüenza.
Los nuevos comunicadores que hacen furor en las redes son como Albertina y la gente los sigue con entusiasmo, mucho más que a los viejos medios. La detienen en la calle y le piden autógrafos, la invitan a las ferias y todo el mundo quiere sacarse fotos con ella y, por supuesto, la buscan para que haga publicidad, sólo que en Bolivia somos tan roñosos y tan envidiosos con todo aquel que triunfa, que hacemos escándalo cuando nos pasan la tarifa. Estamos acostumbrados a pedir rebaja, a llorar “baratito casero”, a renegar del talento nacional y pagar calladito cuando viene un “pirata” y nos faja por meternos gato por liebre.
Están también los que se quejan por la supuesta banalización que existe en las redes, pero eso es pecar de ignorancia, pues en tik tok, en Instagram, en Youtube o Facebook hay para todos los gustos y hasta se puede encontrar filosofía, literatura de alto vuelo, ciencia y medicina de primer nivel. La diferencia está en la eficacia de los comunicadores, de los que tenemos mucho que aprender y derrochar envidia, pero de la buena.
Fuente: Eduardo Bowles