Que el alcalde cruceño llegó a su sillón con el voto de gran parte de las bases del MAS siempre fue evidente, pero era parte de una dinámica local, que también practicó la anterior agrupación que manejaba la administración municipal.
Eso y su perfil de populismo light le había permitido hasta ahora pararse en una posición intermedia entre el gobierno central y la institucionalidad cruceña, en un juego oscilante que, con un poco de visión, podría haberlo convertido en un factor de equilibrio y en un puente de interlocución entre Santa Cruz y la “Casa Grande del Pueblo”.
Sin embargo, la postura asumida en los últimos días por el burgomaestre, de ruptura con la institucionalidad regional, ha dinamitado la posibilidad de ser ese puente, poniéndose por completo en manos del oficialismo. Un error estratégico que puede acabar pasándole una importante factura política.
La salida del staff de su secretario de autonomía, quien de alguna manera articulaba a la alcaldía con el resto del entramado institucional, dejó en claro que ahora se privilegiará el vínculo municipio-gobierno central, quizás apostando a lograr ciertas dádivas puntuales a cambio de entorpecer la lucha por un Censo oportuno y transparente.
Convertirse, en definitiva, en un simple alfil local del masismo reduce notoriamente el margen de acción política de Jhonny Fernández, quien tal vez no haya calibrado aún la real magnitud del encierro que ha elegido.
De parte de la administración de Arce, está bastante claro que se intenta retomar la artificiosa polarización oriente-occidente, probablemente como un medio para alejar las tensiones internas del oficialismo a través de la construcción del “enemigo común”. Sin embargo, esa tesis tiene agujeros: se estima que entre La Paz y El Alto hay por lo menos medio millón de personas sin contar, que no reciben los recursos adecuados por la postergación censal.
Por lo tanto, lo que en realidad está en juego no es tanto la redistribución entre regiones, sino la apertura del debate sobre ese 85% de la renta pública que es manejado desde el nivel central del Estado. El gobierno sabe que el Censo abrirá la puerta para la discusión del Pacto Fiscal, donde las entidades autonómicas buscarán una descentralización de recursos que no será compatible con la concentración de poder.
Volviendo a Jhonny: el alcalde de Santa Cruz de la Sierra acaba de perder un poder clave, el poder del diálogo. Y al convertirse en una figura de confrontación se acotarán sus posibilidades de graduar posturas y discursos.
Tiene todavía un pequeño margen de tiempo para hacer correcciones y reconstruir canales de cooperación con la institucionalidad civil y pública de la región, antes de que la grieta se ahonde y quede aislado, definitivamente, en manos de ese poder azul que no dudará en descartarlo cuando ya no le resulte de utilidad.
Fuente: Emilio Martínez – publico.bo