Cuando el cocalero Morales habló de crear milicias armadas, como lo hizo Venezuela y como lo han hecho muchos a lo largo de la historia, seguramente apuntaba a un halo de legitimidad que suelen tener estos grupos, ya sea por la defensa de una causa considerada justa, por la lucha ideológica que llevan consigo o por algún otro motivo encomiable, como el anhelo de libertad, la defensa de los pobres, la guerra contra los invasores y tantos otros motivos que llevan a algunos a tomar las armas.
Pero en Bolivia somos muy raros. En nuestro país murió el guerrillero más famoso del mundo, que se vino a la deriva desde Cuba, se metió a un sitio donde nadie había oído hablar del famoso Che Guevara y no fue capaz de reclutar ni un solo de los campesinos que pretendía liberar de la opresión. Otro antecedente llamativo es la guerrilla que inició en ex vicepresidente Álvaro García Linera, justo cuando celebrábamos la recuperación de la democracia y en lugar de salir a luchar por los indígenas y desamparados, se dedicó a robar y asaltar caminos. Un diputado le tuvo que cantar sus verdades en pleno parlamento y el Mallku constantemente hacía alusiones algo impúdicas de nuestro célebre combatiente.
El ex senador y mentor del cocalero Morales, Filemón Escóbar, se burlaba de los “fierreritos”, apodo que les puso a algunos miembros del entorno del ex presidente, que constantemente hablaban de que “la lucha armada es la partera de la historia”, que incitaban a andar con el fusil bajo el poncho y que no hacían otra cosas que fomentar un Vietnam en Bolivia. Fueron los mismos que huyeron entre lágrimas cuando las cosas se pusieron feas en octubre y noviembre de 2019, que corrieron a esconderse en las embajadas en La Paz y que daban instrucciones por teléfono a sus seguidores para que se convirtieran en carne de cañón. Se ha conocido que el líder de la COB, Juan Carlos Huarachi, que últimamente anda lanzando fuertes amenazas, le falló al rey del Chapare, al que le había prometido cinco mil mineros para hacer trizas a los “pititas”. En lugar de dar pelea, el dirigente le pidió la renuncia a Morales.
Lo que nadie imaginó jamás es que el líder de los indígenas, el hombre de la revolución, del cambio y de la refundación de Bolivia termine creando milicias que defienden el crimen organizado. Existen antecedentes, como los talibanes que protegen a la mafia del opio o las FARC que se convirtieron en los protectores de los cárteles colombianos, pero en ambos casos se trata de grupos deplorados y censurados por la comunidad internacional. En nuestro caso, hablamos de un ex mandatario que se codea con la FIFA, con jefes de estado, representantes de organismos multilaterales y que goza de cierta admiración.
Los grupos armados incentivados por el cocalero y por el MAS están protegiendo a los narcos, a los avasalladores de tierras, a los cocaleros ilegales, a los ladrones de autos y contrabandistas. Tienen la protección del actual presidente Luis Arce, de la Policía y la justicia y sus líderes se dan el lujo de dar conferencias de prensa para amenazar a los que se resisten a ese estado de cosas.
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Fuente: Eduardo Bowles