Quedé perturbado con la última conversación en este Muro. “Creo” que José María Barbieri devalúa las posibilidades del ser humano en forma radical.
Decidí provocarlo de nuevo…
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(Yo) ¿No le parece que tiene un humor pesimista para evaluar las condiciones racionales de la especie?
(José María) No, al contrario. Si me hubiera referido a “la tercera herida narcisista”, las cosas se hubieran puesto aún más delicadas…
(Yo) ¿Qué es eso?
(José María) Bueno, la conversación anterior se inicia citando los diálogos que sostuvieron Borges y Sabato entre 1974 y 1975. La tercera herida narcisista sería “aquello” a lo que alude Sabato, cuando se refiere a las condiciones no racionales del ser humano, que Borges prefiere eludir…
(Yo) Pero, ¿qué sería eso?
(José María) Uno de los tres homicidios contra la vanidad del hombre, si seguimos a Freud. El primer homicida sería Copérnico, que le quitó a la Tierra la ilusión de ser el centro del universo; el segundo homicida sería Darwin, que planteó un ancestro común para nuestra especie y el chimpancé; el tercer homicida sería el propio Freud, que sostiene que el hombre, en última instancia, no es gobernado por la razón, sino por “lo inconsciente” – sería “la tercera herida narcisista”
(Yo) ¿Y qué sería “lo inconsciente”?
(José María) Lo “reprimido” en la vida consciente, que pugna por “salir”, como si fuera la erupción inminente de un volcán… Un primo hermano de “lo irracional”, precisamente, en tanto que “la razón” sería lo permitido y alentado por la Cultura. En ese contexto, el hombre se encuentra en una situación trágica: ni siquiera tiene dominio de lo que “realmente quiere”, aunque se sienta persuadido de que está definido “moralmente”; en última instancia, eso que “realmente quiere” y “desconoce”, termina prevaleciendo de algún modo, por encima de que sea compatible con los fines éticos que se propone “racionalmente” – las psicosis serían el epílogo de esa “tensión” cuando no ha sido resuelta…
(Yo) ¿Ese es el “sujeto descentrado”?
(José María) “El yo no es el amo en su propia casa”, diría Freud – parece una suerte de pirómano en una ostentosa mansión, ¿no? Algo así como el “sujeto descentrado” en el ámbito lacaniano, que también postula la hegemonía de “lo inconsciente”, a través del mundo “simbólico” – nótese que no se habla de “individuo”, porque eso presumiría una unidad, que ocultaría el conflicto “latente”
(Yo) El edificio moral no tiene cimientos íntimos…
(José María) Se trataría de una lucha sin tregua entre fuerzas “irracionales” y la consciencia. De noche y de día. En la vigilia y en el sueño… Y aún queda margen para otro asombro: no sólo estarían aquellos impulsos que presionan para que la especie vaya en forma activa contra lo que se propone “moralmente”; existiría, también, “pulsión de muerte”: es decir, impulsos que tienden a la inmovilidad, a una “carga cero”; a “establecer de nuevo el estado inanimado”, dice literalmente Freud, lo que, en definitiva, sería volver a la nada… – en el escenario de la filosofía, Cioran lo plantea en términos poéticos: “la dulzura de la capitulación”
(Yo) ¿El tema es también parte del estudio del cerebro humano?
(José María) Bueno, Freud era neurólogo, ¿no? Sin embargo, debo reconocer que nunca pude entender su teoría del “Complejo de Edipo”, que me parece mecánica y forzada. Pero eso no invalida, en mi criterio, otros hallazgos sobre “la tercera herida narcisista”. En todo caso, no es inconveniente advertir, que la neurociencia evolutiva distingue al menos tres funciones cerebrales, que interactúan en una red que abarca los instintos básicos, las emociones edulcoradas y la razón abstracta, lo que no deja de tener un eco freudiano…
(Yo) ¿Por qué piensa que a Borges no le interesaba esa perspectiva del ser humano?
Porque tenía mucho pudor.
Fuente: Roberto Barbery Anaya.