Encontré a José María Barbieri leyendo “1929”, un poema de Borges. Me dijo que era un retrato del tedio. Para ilustrar su conclusión, leyó en voz alta el siguiente pasaje “Sin apuro / se levanta y se afeita con inútil / prolijidad. Hay que llenar el tiempo.”
Decidí cuestionarlo con ironía…
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(Yo) Por lo visto, el personaje de Borges es indiferente a la recesión mundial que se inicia en 1929…
(José María) El fin del mundo no alcanza para distraerlo de sí mismo. No es casual que Cioran diga que el tedio es la ausencia de una mitología.
(Yo) ¿Cómo lo explicaría en sus propios términos?
(José María) El tedio es el remplazo de la ilusión por el bostezo. Una falta peligrosa de capacidad vital para engañarse. Pone en evidencia un sentimiento de inferioridad del mundo para embaucarnos. Por ejemplo, nos hace ver que, “el ingreso del hombre en la Historia”, es una fórmula ineficaz y burocrática de escamotear su destino singular – como es obvio, lo mismo se puede decir del ingreso del hombre en la metafísica de repetir que hay algo “más allá”
Es una ineptitud para la comedia social.
(Yo) ¿Y cómo lo diría Borges?
(José María) El tedio es un sentimiento permanente en toda su obra. Por eso dice “otra cosa no soy que esas imágenes que baraja el azar y nombra el tedio” Nótese que lo hace en el poema “El hacedor”, agravando las cosas aún más…
(Yo) ¿Por qué las agrava aún más?
(José María) Porque insinúa que el tedio estaría en el origen y en el fin del universo (y el azar)
Fuente: Roberto Barbery Anaya.