El proyecto de nueva Constitución elaborado por la Convención chilena se dio de bruces contra la voluntad popular, que decidió por un 62% la muerte súbita de esa iniciativa radical.
Múltiples factores incidieron para ese resultado aplastante. En cuanto al contenido del texto, una de las características más rechazadas fue el concepto de plurinacionalidad, prácticamente un calco de la Constitución boliviana. Es sabido que el ex vicepresidente Álvaro García Linera fungió como asesor extraoficial en el proceso constituyente del vecino país, por lo que ésta también es su derrota.
Dato curioso y sintomático: el mismo domingo, en un referéndum local celebrado en Bolivia, el municipio de Lagunillas votó NO a su transformación en una autonomía indígena. También por 62%.
El plurinacionalismo, como ya explicamos en columnas anteriores, no es una creación endógena, sino una invención del austromarxismo de Otto Bauer, pasado por las carpetas de los consultores españoles de Podemos.
Los chilenos vieron a la plurinacionalidad como un riesgo para su unidad como país, teniendo en cuenta las tendencias violentas y autoritarias del mapuchismo, que es una banda ideológica más que una identificación étnica. Es importante remarcar que en las zonas de alta población indígena el NO al proyecto fue aún más alto que en el promedio de las regiones.
Otro aspecto que provocó un alto rechazo fue la precarización de la propiedad privada, al establecerse que las expropiaciones no se harían al precio del mercado sino a un “precio justo” (arbitrario) fijado por el Estado. Era previsible una ola estatizadora en caso de haberse aprobado el texto de la Convención.
Por otra parte, el proyecto pretendía crear como órgano rector máximo de los tribunales un Consejo de la Justicia, donde la mayoría de sus integrantes (9 de 17) no requerían ser jueces. La intención de captura política era evidente.
La reelección presidencial inmediata, componente infaltable en las Constituciones “socialistas del siglo XXI”, también estuvo entre los peligros advertidos por los votantes chilenos.
El debate sobre qué pasará ahora se moverá entre unas tres posturas: a) la búsqueda por el oficialismo de una repetición del proceso, con una Convención lo más parecida posible a la que acaba de fracasar; b) la cancelación de los intentos reformistas y la simple continuidad de la Constitución actual, postura que no tendría el apoyo de más del 20% del electorado; y c) la reconducción del proceso constitucional desde el Congreso, donde centroderecha y centroizquierda tienen mayoría, pudiendo asegurar un rumbo moderado para un nuevo proyecto de Carta Magna.
En cualquier caso, lo más probable y deseable es que el plurinacionalismo acabe archivado definitivamente, como una mala idea histórica y una estratagema para dividir a los ciudadanos. Algo que en Bolivia también acabará sucediendo tarde o temprano.
Fuente: Emilio Martínez – publico.bo