Recientemente, se desarrolló en Argentina el Coloquio IDEA, principal encuentro anual auspiciado por los empresarios del vecino país, que en este 2022 tuvo como lema “Ceder para crecer”. Con esto, se hacía referencia a la necesidad de buscar acuerdos amplios para generar una política antiinflacionaria de Estado, que pueda sobrevivir a los turnos partidistas.
La consigna de “Ceder para crecer” podría ser aplicable a Bolivia, donde la intransigencia en las posturas ha llevado a un conflicto de gran escala, sólo comparable al vivido en el 2019. En los últimos días, se ha visto que la dirigencia cruceña sí ha flexibilizado su postura, pasando de hablar de un Censo en junio de 2023 a manejar simplemente el año, sin un mes específico, lo que significa una ampliación de hasta 6 meses.
Del lado del gobierno, la flexibilización se da en cuentagotas, habiéndose planteado el pasado sábado la fecha de abril del 2024, ofreciendo eliminar la indicada en el decreto 4760 (mayo o junio de ese año). Además, estas concesiones se dan de manera tardía. Como bien dijo el alcalde de Tarija, si esto se hubiera hecho semanas atrás, no se habría llegado a la actual escalada de conflictividad.
Recién en la mañana del martes, la viceministra Alcón admitió por primera vez que entre las fechas posibles estarían noviembre o diciembre del 2023. Pero es lamentable que esta posibilidad no fuera incluida expresamente en la convocatoria al encuentro del viernes a realizarse en Cochabamba (al menos hasta la escritura de esta columna).
Otro problema de este encuentro es que podría ser no solamente institucional (gobierno nacional, gobernadores, alcaldes y universidades públicas), sino también corporativo (“movimientos sociales” afines al oficialismo), algo que lo convertiría en una encerrona.
Hay que añadir como deficiencia la resistencia gubernamental a una mediación de los obispos, que podrían dar la garantía de un arbitraje imparcial. El viceministro de autonomías señaló que los obispos no pueden ser mediadores porque no saben de Censos, evidenciando que no conoce las capacidades de la Fundación Jubileo, que suele asesorar técnicamente a la Conferencia Episcopal.
El problema de fondo es que Arce tiene una pared detrás, que le impide retroceder medio paso. Y esa pared se llama Evo Morales. Si el presidente propone un acuerdo razonable, el jefe del MAS gritará debilidad, porque su juego es la convulsión.
Esta circunstancia se repite en otros temas fundamentales para la vida republicana, como la administración de justicia o la reconciliación nacional. No parece que se pueda avanzar en la democratización hasta que Morales pierda definitivamente la interna del partido azul.
Por lo pronto, además de no dejarse encerrar en la intransigencia conflictiva que busca inducir Evo, Arce debería depurar su entorno de operadores del ex mandatario. No es tan difícil detectarlos.
Fuente: Emilio Martínez – publico.bo