LA
MUJER
DEL
PEJI…
– ¡Mierda…!
– Estoy bebiendo desde las dos de la tarde, mucho aguante el mío.
– exclama orgulloso el peji, un petacudo feo que se cree cholero.
– Me tiré como dos mil bolivianos, plata de un adelanto que me dieron para hacer un trabajo, no importa, igual lo repongo…
-comenta orgulloso el peji.
– Jugamos el partido, nos quedamos bebiendo un rato en la cancha y después nos fuimos donde «la Cara e Nada» y la seguimos ahí.
-dice en voz alta el peji, ante la admiración de los otros borrachos que lo escuchan, otros pejis como él.
– Tengo cincuenta y dos llamadas perdidas de mi mujer; ¡que camba mas celosa!
-se ufana con una carcajada el peji, recordando «el partido del año», un encuentro futbolistico que se disputa en la Canchita Puchi, un potrero donde el peji juega todos los sábados desde hace más de veinte años.
– Ahurita no sé si voy donde esta hembrita… -dice sonriente y hecho el galán, sin importarle que le falta un diente.
Entonces muestra la foto de una mujer, una cosa rara que parece el travesti que alguna vez fue pesista.
Los demás pejis aplauden al cholero.
Es sábado, falta poco para navidad…
Luego llegará la full borrachera de año nuevo y claro…
Para no quedar indiferente, el peji ya tiene planes con su comparsa «Los Topones», pensando en la brutal borrachera de carnaval.
Pero…
Lo que el peji no sabe, es que «su» mujer está en la posta con su hijo mas chico, ignora el peji que el pelau arde en fiebre y que «su» mujer le tuvo que prestar cincuenta pesos a la vecina…
Tampoco sabe el peji, que su mujer tuvo que dejar solos a los otros tres restantes hijos del Peji, solos en el cuartito que alquilan.
No se imagina el peji, que son las once de la noche y los niños, es decir sus hijos, los hijos del peji, se durmieron sin cenar y todo porque él peji no volvió del taller desde la mañana.
Y claro…
Mientras el peji se divierte, ignora que la madre de sus hijos está cansada, triste y preocupada.
– Seguro está bebiendo de nuevo…
-murmura ella con la mirada perdida, mientras espera que la enfermera atienda al niño.
Entonces recuerda las muchas veces que escuchó decir:
– «Ese hombre no sirve…»
Pestañea.
Una traviesa y tardía lágrima cae sin que pueda evitarlo y entonces comprende que cuando ella dijo No, también dijo Si.
Se acomoda el pelo y suspira.
Tiene veintiséis años, con una vida de mierda y sin futuro.
No tiene profesión y todo porque se juntó con el peji muy joven, y solo a veces se gana algunos pesos limpiando una que otra casa ajena.
La voz de la enfermera la regresa de sus pensamientos.
– ¡Su hijo va a estar bien!
-le dice la aburrida enfermera mientras bosteza.
– ¡Vaya a comprar esta receta y me la trae rápidingo!
-dice torpemente y se retira.
La mujer del peji la escucha, mira la receta escrita con una letra que parecen garabatos y no sabe que hacer.
Mientras tanto…
Lejos de ahí.
El peji pide seis cervezas, mientras mira sonriente como llegan seis «colirios», palabra que él usa para identificar a las seis peladas que se quedaran con parte de la plata que recibió como adelanto.
Plata que no disfrutará su mujer, menos sus hijos…
Es casi domingo.
El peji celebra, mientras su mujer maldice la vida que lleva, sabiendo que ya es muy tarde para lamentarse.
Lo malo es que la mujer no sabe, la mujer no entiende ahora, no se imagina siquiera que siempre tendrá la oportunidad de comenzar de nuevo…
¿Lo entenderá algún día?
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR