LOS BOLIGAUCHOS: GÉNESIS. Crecí leyendo. Sí, soy de esa generación del periódico, de la …

LOS
BOLIGAUCHOS:
GÉNESIS.

Crecí leyendo.
Sí, soy de esa generación del periódico, de la radio mágica y los puestos de revistas donde los «vagos» leían.
Y ahí estaban.
GOLES y El GRÁFICO.
Revistas argentinas especializadas en fútbol.
Comenzaba la década del setenta y el rey del fútbol tenía un nombre: Brasil, tri campeón mundial.
Argentina no era competencia para los brasileros y el periodismo deportivo argentino lo sabía.
Por eso, en todas partes del continente, cada lunes, el periodismo deportivo argentino nos relataba maravillosamente las hazañas de los Fillol y los Bochini.
Ellos entendieron y desarrollaron la idea: Crearse una imagen, crear sus propios Pelé y no uno, muchos.
Ahora lo siguen haciendo con los Messi, antes Maradona, y claro, siempre están atentos al «pibe que promete».
Pero en los 70’…
Ellos nos hablaban en sus revistas y con lujo de detalles de un equipo «invencible» de color rojo, un equipo llamado Independiente.
Ellos nos convencían cada lunes, nos decían que los argentinos eran los mejores en fútbol.
El periodismo deportivo argentino le vendía al continente la imagen de sus equipos y selección.
Y en Bolivia…
Crecimos a la sombra de la influencia mediática argentina y en ese andar los equipos argentinos y su selección captaban «hinchas bolivianos», ya sean cambas y collas que se declaraban hinchas de un Boca o River.
Pero…
Nuestros padres eran hinchas de Brasil.
¿Extraño no?
Nuestros padres, al menos los míos, de manera inconsciente ya sufrían del culto a lo extranjero.
Y bueno.
Por culpa o mérito de GOLES o EL GRÁFICO, nació la primera generación de boligauchos.
Vean…
Los partidos en el viejo Willy Bendeck eran transmitidos por radio.
Y esos partidos eran interrumpidos cada vez que los equipos argentinos hacían goles en sus campeonatos, porque esos goles se retransmitian por las ondas sonoras de las radios locales.
La influencia mediática.
– «Mañana, gran partido, con la «gran» presentación del «poderoso» equipo argentino, bla bla bla…
-anunciaban las radios de la época, cuando se jugaba en Santa Cruz algún partido por la Libertadores.
De entrada, ya engrandecian al rival.
Con méritos o no, los inflaban antes de jugar.
Y cuando los nuestros ganaban, usaban la frase rayada:
– » El equipo boliviano dio la sorpresa».
Y en el estadio…
La gente se sentía honrada de ir a ver a esos equipos que solo veiamos en las fotos de las revistas a color, sí, los mismos que hacían los golazos que nuestras radios retransmitian…
Así crecimos.
Escuchando «las grandes hazañas» de los equipos argentinos.
Sin darnos cuenta, el 78′ festejabamos como nuestro el primer título rioplatense.
Pero Uruguay ya era dos veces campeón, pero a ellos ni agua.
Obvio:
No leíamos sus revistas, menos escuchábamos sus partidos por radio.
Verán.
A punta de información, los argentinos nos metieron su fútbol y el color de su camiseta.
Pero claro…
Eso no pasó en Chile, un país que sabe fabricar sus propios ídolos, menos en Brasil, un país donde solamente Pelé tiene más campeonatos ganados que Argentina en toda su historia, no sucedería en Uruguay y su famosa garra que no baja la cabeza ante nadie.
Así nacieron primeros boligauchos, los hinchas bolivianos del fútbol argentino, buenas personas que durante décadas y de manera inconsciente sacan pecho por la camiseta argentina.
Por eso, esos boligauchos se paran horas, sólo para ver a los futbolistas argentinos salir del hotel cuando vienen.
Y claro…
Los jugadores argentinos ni los miran, concentrados ellos en su propia responsabilidad y profesionalismo deportivo.
Bajo la influencia del periodismo deportivo argentino, que a propósito es una perfecta fábrica de ídolos, y con la complicidad inocente del periodismo deportivo boliviano nacieron y crecieron los boligauchos.
Y bueno.
Bien por Argentina.
Mal por Bolivia, un país incapaz de fabricar ídolos como lo hacen los rioplatenses vecinos.
Y ni hablar de los hinchas.
– «No tenemos figuras», me dijo uno.
Escuchando eso, recordé la elegancia de un tal Carlos Aragonés, la magia de un tal Chichi Romero, la seguridad de un flaco llamado Juan Manuel Peña, la zurda mágica de un tal Etcheverry, la potencia de uno de apellido Sánchez y otro de apellido Peña.
Talento nos sobra.
Pero…
¿Quien los convierte en figuras?
El dirigente que sí sabe de fútbol, el hincha que va al estadio, y el periodismo deportivo que los engrandece ante todos.
En eso son expertos los argentinos.
Así trabajan ellos.
Eso no es casualidad, mucho menos suerte.
Bien por los hinchas argentinos que cantan, saltan y bailan en homenaje a sus ídolos, mientras estos están vigentes y llenan estadios.
Bien por los hinchas argentinos que respetan, valoran, cuidan y defienden a sus ídolos futbolisticos, cuando estos envejecen.
Mal por los hinchas bolivianos, esos que son los primeros en hablar mal de los pocos ídolos que tenemos.
La clásica:
El boliviano es el primero en menospreciar al mismo boliviano, a ese que empieza a ser exitoso.
En el ámbito que sea.
Y en fin, pa concluir:
En unos días Argentina jugará otra final del mundo y miles de bolivianos sentirán esa final como propia, olvidando que en los estadios argentinos se gritan entre barras «boliiiiviaaaanooo» a manera de insulto.
Pero en fin, a muy pocos parece importarnos ese «pequeño detalle».
Y bueno…
Toda persona es libre de apoyar la causa y el color que su corazón mente y conciencia crea y en eso no hay nada que discutir.
En síntesis.
Muchas felicidades al gran pueblo argentino, a su fútbol y a sus ídolos por otra final.
Un abrazo a todos, menos a Cristina y sus secuaces.
Y en cuanto a nosotros, con boligauchos incluidos pues…
A trabajar duro, para estar a la altura de los verdaderos argentinos. Que sea una gran final y que gane el mejor.
Una última pregunta:
¿No será hora que como bolivianos ganemos en amor propio, y le bajemos una rayita al nivel del Culto a los Extranjeros que tenemos?

El ESCRIBIDOR.




Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR