Luego del fracaso estrepitoso del macro-golpe de Pedro Castillo en Perú, la izquierda iberoamericana parece haber elegido otra vía, no por más quirúrgica menos dañina para la democracia.
Se trata de los micro-golpes de Estado operados en España y Argentina en las últimas semanas, en el primer caso por el nuevo “Frente Popular” que integran el deformado PSOE de Pedro Sánchez y el neocomunista Podemos, y en el segundo por un kirchnerismo que ha dinamitado cualquier posibilidad de un peronismo republicano.
En ambos casos, se trata de dar una estocada clave a la justicia independiente, que estorba a los planes de impunidad y perpetuidad. En España, la intervención en el Poder Judicial era el preámbulo necesario para imponer sin trabas la reforma de los delitos de sedición y malversación, mientras que en Argentina se dio el abierto desconocimiento del presidente a un fallo de la Corte Suprema en materia de coparticipación tributaria, que importa sobre todo como precedente, de cara a las apelaciones y procesos pendientes de Cristina Fernández de Kirchner.
Por lo pronto, la institucionalidad en los dos países va resistiendo el embate, aunque son previsibles nuevas arremetidas de los partidarios de las “democracias diferentes”.
Otra forma de autoritarismo distinta es la que hemos visto en Brasil, de parte del presidente del Tribunal Supremo Electoral, Alexandre de Moraes, que ha tratado de “criminales” a quienes discuten el resultado de la segunda vuelta que dio victorioso a Lula da Silva. Lejos de buscar despejar las dudas con argumentos técnicos, el magistrado ha preferido la criminalización autoritaria del debate. Y aunque el regreso del PT a la presidencia ya sea inevitable, los cuestionamientos a las urnas electrónicas deberían ser tenidos en cuenta para las próximas votaciones.
Mientras tanto, Lula no deja de dar señales negativas sobre el que será su tercer gobierno: su plan económico, que contempla un amplio gasto público, podría liquidar en sólo un año el superávit fiscal dejado por la gestión de Paulo Guedes; el presidente electo ha hecho sus primeros viajes internacionales a bordo del jet privado de uno de los empresarios implicados en la hiper-corrupción del Lava Jato; y ahora parece preferir a la ultra-ecologista Marina Silva para la cartera de medio ambiente, antes que a Simone Tebet (PMDB), que habría dado garantías de equilibrio en el tema.
En materia exterior, Lula adelantó su alineamiento con la política de apertura incondicional hacia la dictadura de Nicolás Maduro, a la manera de lo hecho por Gustavo Petro en Colombia, como no podía ser de otra forma entre socios del Foro de Sao Paulo/Grupo de Puebla. También es muy probable que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) vuelva a ser una caja que le dé oxígeno a sus aliados regionales, como ya se anuncia para Argentina y como podría suceder en el caso boliviano.
Fuente: Emilio Martínez – publico.bo