CHICHA
CHOCHI…
Iba por la veintiuno de mayo con una sed del demonio, preguntándome hasta cuando será el lío de la falta de gasolina.
!Que calor!
En eso me encontré con el gordo Rodamiento que sudaba más que testigo falso. Iba apurau a recoger a su mujer, una petisa más dañina que Shakira y Lidia Patty juntas.
Ahí iba yo, caminando en el solazo que estaba más caliente que incordiera e gorda.
Y pensaba…
Pensaba en los líos del Comité, preguntándome si yo podría ser candidato siendo cunumi pero choco, y pintudo pero yesca.
Y me hacia ilusiones, y hasta me hacía la idea de que si yo fuera presidente del comité cívico, organizaría talleres para enseñar nuestra historia, la historia cruceña gratis y todos los días.
Pero no califico, solo por exceso e plata.
En esas estaba, cuando vi el letrero.
Se vende chicha y mocochinchi.
No puej…
Al ratingo, estaba yo ahí.
– ¡Ñoooora!, tres veces.
– Ñooooraa!
-nada.
Ya me estaba yendo cuando elay apareció la amable ventera.
Le pedí la chicha y entonces ella dijo muy amable y educada:
– Lo sigo en su página.
– Que belleza, no me cobrará.
-pensé yo.
Al ratingo estaba la chicha, bien fría.
Una delicia.
Entonces mi mente voló a lejanas noches, cuando doña Celi me encargaba el batido del líquido blanco, la chicha que se cocía a leña.
Y claro, ese olor inconfundible de la canela el clavo de olor y las uvas pasas que le ponía.
Me deleitaba con esa bebida, bajo el sol cruceño del mediodía mientras me preguntaba, ¿de quién fue la idea de ponerle el nombre de Che Guevara a una avenida en Santa Cruz?
Y ahí estaba la señora de la chicha.
Sobre la marcha entablamos una amable charla con la señora que resultó llamarse Chochi y su con su prima llamada Delmis, dos cruceñazas valientes, vivientes desde siempre del barrio.
Hablamos de la necesidad de la cultura y de las autoridades incapaces, también tocamos el tema de la familia y la falta de valores que cada día es más alarmante.
Al rato, cuando ya me iba, probé el mocochinchi y resultó ser una bebida de los dioses.
¡Mamaaaaaaaaaaá!
Y claro, como no podía faltar la foto, nos tomamos un par con la señora Chochi y la señora Delmis, dos mujeres valientes que preparan ricos refrescos en casa, ahí, a una cuadra de la plaza del estudiante, en la esquina de la veintiuno de mayo y Busch.
Nos despedimos y yo me fui pensando en la curricula educativa y el rechazo que tiene…
El ESCRIBIDOR.
Pd/
La chicha y el mocochinchi me lo cobraron nomaj.
Pero bueno…
Algún día seré influencer, pa comer y tomar refrescos gratis.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR