“Lo peor que le puede pasar a un socialista es que su país sea gobernado por otros socialistas que no son sus amigos”. La frase pertenece a Ludwig von Mises, uno de los economistas indispensables para entender los desastres de los sistemas altamente estatizados.
Con fina ironía, el maestro de la escuela austríaca daba cuenta del problema en que se encuentran aquellos que, creyendo en el control de la economía por la burocracia, no forman parte del círculo rojo que toma las decisiones.
Casi se podría decir que Mises predijo a Evo en su situación actual: partidario del todopoder estatal sobre la sociedad civil, pero crecientemente excluido de la cúpula decisoria por sus propios ex ministros, nuevos gobernantes que llegan a tildarlo de “Evosaurio”, en una fórmula que ha tenido éxito en las redes sociales, incluso acompañada por creaciones visuales generadas mediante inteligencia artificial.
Debe ser penoso creer en las bondades del despotismo burocrático y no ser quien sostenga el cuchillo, que corta y reparte las porciones del clientelismo y la corrupción.
Claro que esa posición también da chance para desmarcarse de la crisis que le aguarda a ese sistema a la vuelta de la esquina, alegando que “no era verdadero socialismo como el mío”.
Probablemente, Mises haya tenido en mente a Trotsky cuando lanzó su epigrama, aunque en el caso de Evo se trata más bien del caso sui géneris de un Stalin cobarde que ha sido desplazado en vida del poder por Kruschev, después de una fuga ignominiosa.
¿Avanzará Arce en la desestalinización? ¿Tendrá algo de la lucidez que en su momento iluminó a Deng Xiao-Ping para dar un giro (limitado) hacia el capitalismo? Hasta ahora, la evidencia demostrada permite dudarlo.
Si quisiera o supiera hacerlo, tendría que abordar ciertos cambios pragmáticos en la economía, liberando las exportaciones y la innovación en biotecnologías; impulsar un recambio en la geografía del poder en El Chapare mediante el liderazgo emergente de Andrónico Rodríguez; y apostar por una mayoría de “geometría variable” en el Parlamento, donde a veces tendría que buscar acuerdos mínimos con la oposición.
Mientras tanto, su peor amenaza seguirá viniendo de esa otra oposición de extrema izquierda que encabeza Evo, el “socialista que no tiene amigos en el poder”. De esa facción sólo podrá esperar chantaje, trampas y obstruccionismo.
Pero para empezar a liberarse del ala radical, el presidente tendría que comenzar a salir de la camisa de fuerza del “relato 2019”, que victimiza a Evo, pone en duda la legitimidad de su mandato y lo presiona para continuar con la persecución política-judicial. Parece difícil que encare tamaño desafío en el corto plazo.
Fuente: Emilio Martínez – publico.bo