¡ Y QUE VIVA PORONGO! 22 de febrero de 1.714. Se acerca el aniversario de Porongo y atra…

¡ Y QUE
VIVA
PORONGO!

22 de febrero de 1.714.

Se acerca el aniversario de Porongo y atravieso la cancha, pensando en los líos carnavaleros y preguntándome como sonso :
– ¿Quién fiscaliza a la ACCC?
– ¿ Es institución pública o privada?
– Sí como algunos dicen es una institución privada, ¿por qué recibe dinero público del municipio cruceño?
En fin.
Prefiero no pensar…
Estoy en Porongo.
Miro hacia la vieja iglesia, y de la nada me vienen ruidos de gente trabajando.
Imagino un febrero de 1.714, imagino al padre fray Santiago de Rivero.
Lo veo enseñando oficios, instruyendo a los hijos de las primeras familias guaraníes que dieron vida a la recién fundada misión, esa misión que con el tiempo será el pueblo de Porongo.
Y claro.
Recuerdo mi comunión y confirmacion en esa iglesia.
Camino por el piso de ladrillos que rodea la cancha que también es la plaza, miro los corredores de las casas desiertos.
Entonces mi mente vuela…
Y me veo muy niño, montando un potro negro con mi pariente Eduardo Cairo.
Me veo muy niño, jugando a los penales entre los árboles inmensos, con Choquín Gomez, Chongo y Zorro.
Y claro…
Azolapau y Chiquitin miran, mientras el sonido de la «radio» de Chuto anuncia que el domingo habrá patasca donde Yaya Cairo.
Al frente pasa Ñingo Miserendino, provocando suspiros en Ñeca Gómez.
Imagino…
Otro febrero, en el solazo de otra época.
Un tiempo hermoso cuando don Domingo Rojas cruzaba el río con turbión y todo, conduciendo su poderosa perereca, un vehículo que le daba la zurda a las modernas camionetas Toyota 70′.
Es febrero ahora.
Busco entre las galerías de las casas porongueñas y no encuentro a Adalberto ni a Wilfredo Hurtado, tampoco hallo a Roberto Saavedra ni a Raúl Cairo.
Ya sé…
Ellos les hablan de Porongo a las huestes celestiales…
Instintivamente miro hacia la esquina de la plaza, con la esperanza de encontrar a Walter diciendo:
– ¿Tío, me da quintos?
Tampoco está.
Hace mucho se fue…
Se siente raro caminar por la cancha, sin poder darle una patada a las botas frescas y aun tibias de vaca, ausentes ya como el viejo Porongo.
Nunca más las viejas bicicletas alquiladas de Chuto.
Él también se fue, y solo queda su monumento.
Jamás volverán las tardes memorables de fútbol, con cierto pelau llamados Silvio Rojas y un arquero llamado Marco Barrero.
Miro la cancha, extraño las charlas cultas de Gilberto Gómez que ahora está muy delicado.
No se oye la música de acompasados violines de don Vilches, el capisimo del memorable grupo Guapay de Porongo.
Eran otros tiempos.
Los tiempos de clases bulliciosas en el Demetrio Gomez, las cosechas, secado y molido del café traído desde el chaco cercano a Chaúpa, y la cosecha de manga en las Lomas, esas que están camino a Pozo Colorau…
Nunca más la emoción de ver llegar el destartalado cine ambulante, ese maravilloso invento que se instalaba en un patio inmenso, a lo diagonal de la casa de Chuto.
Las noches de cine, esas noches felices que empezaban con la procesión de los porongueños, cada uno con su silla o toco en la mano, rumbo a la función.
Estoy en Porongo ahora.
Vine a ver si este año se lee Papá el Cojudo en el colegio Demetrio Gómez y es raro.
Es raro, porque el libro es la memoria de un padre porongueño, un padre que transmite a su hijo las hermosas vivencias que tuvo en el viejo Porongo de su infancia.
Es raro…
Porque me llegan mensajes de pelaus collas que ya lo leyeron, pelaus que preguntan:
– ¿Que es Porongo?
– ¿A que llaman Chuto?
– ¿Que es pelau?
Camino por Porongo, cruzó la calle por la esquina de la casa de Henry Antelo.
De pronto, una voz:
– ¡Escribidor!
– ¿Conociendo Porongo York?
Lo miro sonriendo y amable, contando hasta diez pa no patearlo por atrevido.
– ¿Cómo se atreve a comparar o asociar de manera burlesca y estúpida a Porongo con Nueva York?
Es cierto.
Nueva York podrá ser la capital del mundo.
Pero Porongo…



¡Es la sucursal del cielo!

El ESCRIBIDOR.

Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR