¡VIEJECITA LADRONA!

¡VIEJECITA
LADRONA!
Hace mucho…

«Recuerdo que me bajé del micro treinta y dos, en la plaza del Cementerio General y venía mas contento que reina de comparsa, designada sólo por ser platuda.
Caminaba por el viejo City Hall cuando la vi…
Sentadita en un toco, a sus pies muchas palomitas y un loro en su hombro.
La miré y me regaló la sonrisa más dulce del día, mientras me dijo:
– ¿Me comprás un birulo?
– Me detuve y miré su canasto viejisimo con cuatro chucherías, pastillas de miel y birulo.
– ¿Como está?
-le dije a modo de saludo.
– Aquí, trabajando; ¿vos también?
-dijo ella.
La observé.
Zapatitos como pantuflas, una bata de las señoras de antes, modesta pero brillando de limpia. Pelo agarrado y moño.
– «Sentate, conversame algo»
-me dijo sonriente.
Iba a decir algo pero me interrumpió.
– ¡Loretitoooo!
-dijo y el loro empezó a cantar.
– «Nati, Nati, dame pan»
– «Nati, Nati, dame pan»
Yo no podía hablar, su carita me traía otra cara que se fue una noche de junio.
– ¿Aquí es su casa?
-le dije.
– No, ya no tengo casa. Es de mi hijo, ya falta poco pa tener mi casa.
-dijo ella.
– ¿Que bueno, adonde?
-pregunté como sonso.
– En el cementerio, hijo.
-me contestó.
Con un nudo en la garganta miré pa otro lado y pa salir del paso le dije.
– ¿Y estas palomas?
– Todos los días vienen a esta hora pa que les de comidita.
Y entonces me contó que tiene cinco hijos, que re vende birulos, que gana unos pesitos y que vio crecer la ciudad.
– «Esto era una pampa, sólo estaba el cementerio»
-me contó.
Y me habló de la vida, de los hijos que se van y de la vejez que duele…
También supe que sus hijos y nietos la adoran y cuidan, pero la dejan hacer lo que ella desea: Trabajar.
Algo más.
El loro la cuida, y si uno se acerca a la señora, el ave avanza amenazante ante lo que considera una amenaza.
– «Me recuerda a mi madre, así tan valiente e incansable»
-le dije, con un nudo en el pescuezo.
– «¿Y querías mucho a tu mamá?»
-me contestó ella.
Entonces se me cayó el mundo y como en una película, el recuerdo de mamá y un dolor que no pasa…
– «Si, pero nunca se lo dije»
-dije casi sollozando.
– ¿Que se llama?
-dijo ella con una serena comprensión
– Se llamaba Celina.
-pude medio balbucear.
– Ya hijo, falta poco. Yo la buscaré y se lo diré por vos. ¿Cómo te llamás?
– José Adolfo.
– Ya, no llorés hijito. Se va a poner contenta cuando le diga.
-dijo ella y me agarró la cara.
Le prometí visitarla seguido.
– «Siempre me dicen eso, pero nunca vuelven»
-me dijo muy triste.
Hablamos algo más, le compré un par de birulos y luego me despedí y me fui.
…Se llama Natividad Lazo Morales, tiene noventa y cinco años, vende birulos y pastillas de miel en la calle Oruro, diagonal al ex cine City Hall, pero si van a comprarle tengan cuidado:
Esa venerable viejecita es una ladrona:
Les robará el alma y el corazón en un segundo…»

EL ESCRIBIDOR.
Pd/
Esta crónica la publiqué el 20/01/20, hace más de tres años. Luego llegó la pandemia, con el dolor y las distancias que trajo.
¿Si alguien sabe algo de esta venerable señora me avisa? Tengo miedo de ir a buscarla y no hallarla. 🥺




Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR