El FLACO DE LA RADIO… Era como las dos de la tarde, y yo observaba a la señora Atty. El…

El
FLACO DE
LA RADIO…

Era como las dos de la tarde, y yo observaba a la señora Atty.
Ella embelezada, mirando con ojos de camote reciente al flaco con quien se casó. Hace sesenta y dos años.
Otro tiempo.
Era comienzos de los sesenta.
En Santa Cruz aún salían los curucusí por las noches, y un sol despiadado nos quemaba en el día.
Y claro…
La radio era lo máximo.
Lo mejor en materia de información y entretenimiento.
Piraí, Oriental, Amboró, Willy Bendeck, La Luz, Santa Cruz, Oriental, Radio Estación Camba y otras más.
Y el flaco.
El flaco que se ganó el derecho de estar entre los mejores.
Y bueno…
Era muy joven la señorita Atty cuando lo vio por primera vez, ese momento eterno en el bazar de la iglesia.
Ahí, en la Colón, frente a su casa.
Flaco, alto, con esa personalidad que lo impulsó a cruzar la calle Avaroa y meterse en la radio Grigotá, siendo apenas un adolescente.
Eso fue hace mucho.
No imaginaba el flaco.
Él no podía saber a sus quince años, no sospechaba que jamás saldría de ese maravilloso mundo de discos y micrófonos.
Toda una leyenda.
Pero hace unos días…
Eran las dos de la tarde y el flaco que inspirara la camotera de la señorita Atty, sesenta y dos años antes, en el viejo bazar de San Roque, me contaba sobre la vieja pregunta:
«¿Cual es la pila?»
En fin…
Poca gente sabe que ese flaco alguna vez jugó basquet.
Tampoco sabe, que para hacerse locutor y leyenda de la radio, el flaco empezó desde abajo.
Y no era fácil, porque en ese tiempo la radio cruceña tenía personajes que ya eran tipazos del oficio.
Radio Grigotá.
La vieja radio donde alguna vez estuvo Chucho El Roto, el reino mágico de Don Daniel Arteaga, un hombre que se merece un homenaje que se le debe.
Ahí comenzó todo.
Tardes de fútbol, noches de baloncesto desde el coliseo, programa de preguntas y respuestas, programas teatralizados, crítica política…
Muchos años de trabajo digno.
El Flaco.
Un hombre ejemplar que jamás cayó en el encanto momentáneo de la fama, un esposo que hasta hoy coquetea con la señora Atty y con quien construyeron una gran familia.
El flaco que siempre fue un hombre de fe.
El flaco que fue artífice de la reconstrucción de la iglesia San Roque, el flaco amante de la buena música, de las voces hermosas como la de Pedro Infante, uno de sus ídolos; el flaco bohemio por aficción, romántico por siempre.
Amigable, johichi si quiere, muy respetado donde llega.
En fin…
Dos de la tarde y yo contemplo a la señora Atty que nos divierte con sus anecdotas entre risas.
Imposible aburrirse.
El flaco y la señora Atty.
Y pa terminar el cuento…
Hace poquito, al flaco le hicieron un homenaje muy y bien merecido.
Lo miro y pienso que es un honor que me brinde su amistad.
Me esforzaré para estar a su altura algún día.
Por si acaso…
El flaco tiene nombre, un nombre ilustre:
El flaco se llama…
Bernardo Silva Serrano.

El ESCRIBIDOR.



Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR