Muy rara vez hablo de fútbol. Casi siempre me refiero a la política, pues se trata de la actividad con mayor capacidad de generar daño en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el deporte rey, tal como se ha podido comprobar con el acto más miserable que se haya producido desde que existen torneos oficiales en nuestro país.
Hablo del más reciente partido entre Blooming y Palmaflor, el equipo que han adquirido los cocaleros del Chapare, donde quieren hacer realidad el sueño de convertir al centro neurálgico del narcotráfico boliviano en la capital económica, política y cultural del país. Son los herederos de las mismas aspiraciones que tenía el colombiano Pablo Escobar, a quien le llevan mucha ventaja, no sólo porque han llegado más lejos, sino porque son más descarados a la hora de imponer sus métodos.
En ningún otro lugar del mundo hubiera sucedido algo tan insólito, que ni siquiera el tirano de Corea del Norte se hubiera atrevido a hacer. Y miren que el rocambolesco Kim Jong-un se inventó su propio mundial en 2014, hizo que lo transmitieran por televisión y en la final, su país le ganó por goleada nada menos que a Brasil. Todo fue un invento y con la tecnología actual los dictadores podrían hacer cosas más extravagantes, pero nada parecido a lo que ocurrió el pasado lunes en el estadio de Villa Tunari, donde tiene su cuartel general el cocalero Morales, un gran amante del fútbol, cuya principal hazaña en su carrera deportiva fue propinarle un reverendo rodillazo a un rival y conseguir que el árbitro expulse al agredido.
Lo del lunes fue peor que eso, pues se trataba de un partido oficial bajo la tutela de las autoridades deportivas del país, con árbitros regulados por la FIFA, con el sistema VAR y transmisión televisiva, por lo que no puede haber duda del impresionante fraude que se cometió allí, que seguramente puede figurar en alguna lista de de las peores infamias cometidas en la historia del fútbol.
No se puede asegurar que la mano del cocalero Morales haya tenido algo que ver con ese oprobio, pero “los frutos siempre caen cerca del árbol”, ya conocemos los antecedentes del ex mandatario y sobre todo, de su falta de escrúpulos a la hora de sacar ventaja y obtener alguna victoria a como dé lugar.
Lo peor sería que la asociación de árbitros, los clubes, la Federación Boliviana de Fútbol y demás actores y protagonistas del del ámbito futbolístico se queden callados y dejen pasar esta impresionante felonía contra las reglas, el juego limpio y el sentido común. De imponerse la complicidad, sólo Dios sabe lo que nos espera como país y sin duda, será peor de lo que habíamos imaginado. Nunca ha sido más urgente y necesario luchar para salvar la democracia.