Por qué todo banco es intrínsecamente inestable y qué se puede hacer al respecto

Afortunadamente no existe una postura monolítica entre los teóricos liberales sobre las causas de los ciclos económicos o los períodos recurrentes de auge y recesión, mucho menos sobre las reformas necesarias al sistema bancario, financiero y monetario internacional para tratar de evitar crisis. Sin embargo, las posturas de Jesús Huerta de Soto, Juan Ramón Rallo y Larry White y George Selgin pueden ayudar mucho a profundizar en la materia.

La reserva fraccionaria

De acuerdo a la visión de alguien como Jesús Huerta de Soto, la inestabilidad intrínseca del sistema bancario y financiero internacional es el resultado de la intervención del Estado en la economía y la política monetaria, que distorsionan los incentivos y los precios en el mercado.

De forma más precisa, la banca central, al fijar las tasas de interés y controlar la oferta monetaria, distorsiona el mercado de crédito y promueve un aumento excesivo en el crédito y la inversión, lo que a su vez crea descalces de plazos y aumenta el riesgo de crisis financieras.

Más todavía, Huerta de Soto afirma que el origen de la inestabilidad intrínseca y eventuales crisis bancarias se encuentran en su arquitectura de reserva fraccionaria. El que los bancos tengan la capacidad de prestar más dinero del que realmente tienen en reserva, crea un efecto multiplicador en la oferta monetaria, aumentando así los riesgos que los agentes no estarían dispuestos a asumir de otra manera.

¿Entonces quién se haría cargo de la oferta monetaria? El mercado, como antes de la existencia del sistema de banca central.

Como parte de la solución al problema, Jesús Huerta de Soto plantea corregir la Ley de Peel de 1845, que consiste en exigir un encaje legal o un coeficiente de caja del 100% para los depósitos a la vista, y ampliar su alcance sobre sus equivalentes en el balance contable. Dado que esto haría innecesaria la banca central, quedaría simplemente obsoleta.

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El descalce de plazos

Los bancos son intrínsecamente inestables debido, entre otros aspectos, a que pueden estar expuestos a descalces de plazos que pueden traducirse en escenarios primero de iliquidez y luego de un incremento sostenido de riesgos significativos hasta la crisis sistémica.

Cuando los bancos financian préstamos a largo plazo con depósitos a corto plazo, pueden enfrentar dificultades para cumplir con sus obligaciones de pago si los depositantes retiran sus fondos en momentos inoportunos. Por ejemplo, si una gran cantidad de depositantes retiran sus fondos al mismo tiempo, el banco podría no tener suficiente efectivo disponible para cumplir con todas las solicitudes de retiro, lo que podría provocar una corrida bancaria y la eventual quiebra del banco.

La idea de que los ciclos económicos tienen causa en el sistema bancario y financiero, y más concretamente en el descalce de plazos, ha sido comúnmente defendida por varios economistas, entre los que destacan John Hicks, Hyman Minsky y Charles Kindleberger. Estos teóricos argumentan que los descalces de plazos son un riesgo inherente al negocio bancario y que los bancos deben ser supervisados y regulados adecuadamente para evitar que estos riesgos se materialicen en crisis financieras.

Sin embargo, hay discrepancias sobre cómo lidiar con estos escenarios de crisis. Por ejemplo, Juan Ramón Rallo afirma qu la inestabilidad bancaria es más probable cuando los bancos son objeto de intervención estatal o cuando sus operaciones son respaldadas por un sistema de banca central, existen incentivos perversos para los bancos para asumir riesgos excesivos o para depender demasiado de los rescates gubernamentales en momentos de crisis.

En lugar de políticas de rescate o de “bail-out” de la banca con dinero del contribuyente, Rallo defiende las políticas de “bail-in”, que consisten en hacer que los accionistas y los bonistas de los bancos asuman parte o la totalidad de las pérdidas en momentos de crisis.

De acuerdo con Rallo, las políticas de bail-in promueven una mayor responsabilidad y disciplina por parte de los bancos y sus inversores, lo que a su vez reduce el riesgo de inestabilidad financiera y aumenta la eficiencia y transparencia del sistema financiero en su conjunto. No obstante, también reconoce que estas políticas pueden generar ciertos riesgos y desafíos, y que deben ser implementadas de manera cuidadosa y coordinada para minimizar estos riesgos.

Por esto último, Rallo coincide con Huerta de Soto y también plantea la abolición de la banca central. Sin embargo, defiende el establecimiento de un sistema de banca libre y competitivo en el que los bancos emitan su propia moneda respaldada por una reserva real de activos líquidos.

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La oferta monetaria en manos estatales

Por su lado, Larry White y George Selgin comparten el argumento de que la política monetaria expansiva, que aumenta la oferta de dinero y reduce las tasas de interés arbitrariamente, crea una “expansión artificial” del crédito que lleva a un auge insostenible en los precios de los activos y la inversión.

Para abordar las reformas que traten de evitar las crisisi que de lo anterior se derivan, White y Selgin también coinciden con Rallo y Huerta de Soto, pero defienden una reforma del sistema bancario y financiero que promueva la banca libre. Esto significa permitir que los bancos emitan sus propios billetes y depósitos, y compitan libremente en el mercado para atraer a los prestatarios y depositantes. Argumentan que esto conduciría a una mayor estabilidad financiera y económica, al tiempo que evitaría la necesidad de la intervención del banco central en la economía.

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Mauricio Ríos García