El hombre que descuidó su cuerpo

Freud llegó a decir que la anatomía es el destino…

Yo no creo en una relación tan determinista, pero estoy lejos de sostener el mito prestigioso de una separación entre materia y espíritu… Al contrario: pienso que son indivisibles; que no hay espíritu independiente de una cara…

En todo caso, la calumnia religiosa del cuerpo ha sido sistemática en nuestra Cultura, aún más allá de su ineficiencia, tan previsible, desde luego…



Planteo esta reflexión, como una especie de “prólogo” para leer un texto entrañable de Roberto Arlt. Podemos imaginar que describe el monólogo de un hombre que descuidó su cuerpo…

Dice así:

“En otros tiempos con el pensamiento se había rodeado de todas las comodidades y los placeres, placeres que por no estar limitados por la materia no tenían duración ni fronteras, mientras que su tristeza actual se refería a su cuerpo, un cuerpo sufriente, y en el cual a momentos Erdosain pensaba como si ya no le perteneciera, pero con el remordimiento de no haberlo hecho feliz.

“Dicha tristeza, en cuanto se refería a su pobre físico, se tornaba profunda, como debe ser profundo el dolor de una madre que nunca pudo satisfacer los deseos de su hijo.

“Porque él no le dio a su carne, que tan poco tiempo viviría, ni un traje decente, ni una alegría que lo reconciliara con el vivir; él no había hecho nada por el placer de su materia, mientras que a su espíritu no le fue negada ni la geografía de los países para quienes los hombres aún no han descubierto máquinas para llegar.

“Y muchas veces se decía:

“- ¿Qué he hecho yo por la felicidad de este desdichado cuerpo mío?

“Porque lo cierto es que se sentía en circunstancias tan ajeno a él, como el vino del tonel que lo contiene.

“Luego recaía que ese cuerpo era el que envasaba sus cavilaciones, las nutría con su sangre cansada; un miserable cuerpo mal vestido que ninguna mujer se dignaba mirar y que sentía el desprecio y la carga de los días, de la que sólo eran responsables sus pensamientos que nunca habían apetecido los placeres que reclamaba en silencio, tímidamente.

“Erdosain se sentía apiadado, entristecido hacia su doble físico, del que era casi un extraño.”.

Fuente: Roberto Barbery Anaya.