EL
SILENCIO
DE LA
ABUELA…
La señora se despertó temprano y acomodó su habitación, tal como lo hacía desde siempre.
Se acomodó y se puso bonita.
Era su día.
Miró a sus hijos en idas y venidas y sonrió.
Era el día de la madre.
Saludó a uno de sus hijos pero este pasó rapidamente sin verla.
La señora se paró en la puerta; vio a su hija la contadora, la observó ponerse el perfume y la hija tampoco la vio.
La señora de a poco se acostumbraba.
Entonces…
Su mente viajó al pasado y se vio muy joven, con la hija contadora en brazos, caminando con ella en una lluviosa mañana.
Recordó el hule blanco con que tapaba a la pequeña, en una desigual pelea con la lluvia, tratando de llegar a la casa donde trabajaba como empleada.
Recordó el adelanto que sacó, la plata que usó para pagar la operación del hijo que pasó sin verla.
Y claro…
La señora evocó al incapaz que la abandonó con sus hijos y recordó que renunció a su vida, solo para convertir a sus cachorros en eficientes profesionales.
Al rato…
Sentada en su cama pensaba en eso, y justo llegó su hijo menor; venía con la pequeña de siete años.
Su nieta.
La niña corrió a sus brazos.
– ¡Abuelita!,
– ¡Felicidades abuelita!
Se la comió a besos.
La niña era un puro amor que la besaba, acariciando su alma con la mirada.
La señora sonreía feliz.
Era su día.
La señora lloraba de felicidad acariciando a la nieta, en eso escuchó la voz de su hijo desde la sala:
– ¡Vamos hija!
– ¡Otra vez esta niña!, ya debe estar en el cuarto de la abuela.
La niña se despidió de la señora y fue al encuentro de su padre.
– A ver si te apurás hija, subí al auto con tu tía, ella nos llevará.
-decía su padre mirando su reloj.
– ¿Trajiste la carta que le hiciste a tu abuelita?
-preguntó impaciente y pensando en otra cosa.
La niña no respondió.
En tanto…
La señora se paró en la puerta y los vio salir a todos.
Levantó la mano, respondiendo el saludo de despedida que le hacía la niña a través del vidrio y sonrió.
Era 27 de mayo y nada la pondría triste.
Miró el papel que le dejó la niña en su vieja mesita, vio un dibujo mal hecho y algo que decía:
«FELIZ DIA
ABUELITA»
Y a tres cuadras de distancia…
Sus hijos, sus amados hijos iban a buscarla donde ella no estaba…
Iban a dejarle una flores que se marchitarían junto a una tarjeta comprada para ella por ahí…
Sus hijos iban a verla.
…Al viejo cementerio del pueblo.
EL ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR