LLEGÓ
EL
24.
Con el auspicio de:
#wjconsorciojuridico #widenjamesrivero
El viejo se levantó temprano.
Salió a su reja y se sorprendió al ver a su vecina barriendo el corredor y regando la gramita que había en la alameda.
– ¡Buen día, don Leoncio!
-dijo sonriente la vecina, enfundada en su calza negra y con su moño en la cabeza.
– Elay esta, ¿que bicho le picó?
-pensó el viejo, mirando a la abogada vecina; la vieja tuneada y solterona que nunca saludaba a nadie y que caminaba raro, como si tuviera miedo de pisar puchi.
El viejo miró pa todos lados y recordó otros tiempos.
Años antes, el viejo amanecía en la feria y reventaba en el botánico, con la patasca de Cindi.
Estaba claro…
Era joven el viejo.
En ese tiempo, el stand de paceña, y mucho antes el de Ducal eran mucha cosa.
– ¿Que sería de la vida de la choquinga boninga, esa que salía en la publicidad de Coqueta?
-pensó el viejo, mientras se aguantaba las ganas de orinar.
Entonces, mientras se iba pal water, el viejo recordó a su padre en la mañana de septiembre, cuando se levantaba temprano y plantaba la bandera cruceña, bien amarrada a la reja.
La mente del viejo voló al pasado y recordó la voz de su padre que decía :
– «Todo mundo a bañarse, nos vamos pa la plaza, el doctor Pinto colocará la primera loseta.»
Y así fue…
Era 1.966, y Santa Cruz colocaba la primera loseta, a pocos metros del Cine Palace que ya funcionaba desde 1920, el cine en que la mujer de Víctor Paz declaró a Gladis Moreno como «Embajadora de la Canción Boliviana» en la década del 50′.
Era muy niño el viejo, cuando fue con su madre a registrar la casa para recibir luz electrica
Así le decían chau a la lámpara que funcionaba con kerosene, la misma que se bombeaba hasta que dolían los dedos, solo pa’ que alumbre.
¡Cómo crecimos!
-pensó el viejo, recordando las sanjas enormes en la Cañoto, cuando colocaban los tubos de cemento.
– Ahhh, ¡qué belleza carajo!
– ¡crecimos solos sin deberle nada a nadie!
-pensaba el viejo, mientras orinaba casi sonriendo.
Claro…
En esos tiempos no habían presidentes resentidos, ni cruceños traidores que invitaban y daban honores al enemigo.
No habian alcaldes que pintaban de azul las losetas, ni sus cujes collas llamaban burros a los cruceños.
El viejo sacudió la cabeza, solo pa’ disipar los recuerdos.
– Bueno puej…
– A bañarse, a ponerse futre y salir a festejar el 24 de septiembre…
-pensó el viejo, mientras soltaba un enorme y hediondo pedo.
Un pedo en honor a todos los envidiosos y resentidos, para esos que no quieren a Santa Cruz ni a los cruceños…
Al rato, su mujer escuchó el grito que venía desde la ducha, el alarido que la despertó y la sacó de su sueño con Ario Freire…
– ¡Viva Santa Cruz Carajo!
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR