ELLOS… A veces escucho sus voces infantiles, en la casa que se hizo muy grande con sus …

ELLOS…

A veces escucho sus voces infantiles, en la casa que se hizo muy grande con sus ausencias.
A veces escucho sus voces hablando dormidos, como las escuchaba cuando los tapaba con la colcha que estaba por el piso, en alguna fría y lejana madrugada.
Muchas veces escucho el silencio en demasía, solo para recordar los viejos silencios, esos silencios cuando estaban planificando alguna travesura.
Recordarlos es revivir los Teletubies, los Power Rangers, Las Chicas Super Poderosas o verlos llorar cuando moría el caballo de Atreyu en la Historia sin Fin, o la película El Campeón, historia de un boxeador fracasado.
Viejos tiempos del VHS.
Es bonito cerrar los ojos, y sentir esa mano pequeñita que confiada, apretaba la mía al cruzar alguna calle.
Imposible olvidar el primer día de clases, o el día de la promo que marcaba el final de una época.
Y es que un día crecieron.
– Sus nietos están grandes.
-le dije a doña Celi una mañana.
– Es la ley de la vida hijo.
-dijo ella, con esa sabiduría rara de las madres.
Y ahí están.
Caminando por la vida, siempre del lado correcto de las cosas y sin la necesidad de ser o de parecer perfectos, porque nunca lo serán y eso lo saben desde niños.
Ahí andan.
Con sus sueños y metas en la espalda.
Y yo…
Los miro sonriente, satisfecho de que no me necesiten, porque sus fuertes raíces los sostienen sin ayuda.
Pero si en algo hago falta, saben donde papá los espera con rica gelatina e pata.
Creo que puedo morir tranquilo.
Mis chicos ya están bien encaminados.
En serio.
Me caen bien esos pelaus.
Y como siempre dice el peludo de rojo.
«Los aprecio»😉
Ellos entenderán la frase.
Pero además, ya en serio, saben que soy loco de amor por ellos.
En fin.
No me hagan caso, son chocheras de un padre recontra camote de amor por sus hijos.
Solo eso.

El ESCRIBIDOR.



Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR