LA
GENTE
DE BIEN…
Amanece, en la ciudad que alguna vez se llamó San Lorenzo…
Lejos de aquí, hay un gobernador preso y no muy lejos de él, una ex presidente también detenida.
En algún cementerio hay muertos que nadie recuerda, porque son muertos qué fueron opositores.
De esos muertos, el poder de turno no habla.
Pero.
Hace un tiempo….
En la ciudad que alguna vez se llamó San Lorenzo, la gente de bien como usted y yo cuidabamos una rotonda, o el cruce de alguna avenida.
Porque la gente de bien hizo una revolución pacífica, un rechazo al abuso, la corrupción y el fraude.
Porque la gente de bien lo sabe:
No fue golpe, ¡fue fraude!
Y en esa revolución, la gente de bien resultó victoriosa.
Pero…
Esa lucha, esa victoria de la gente de bien se la adueñaron los políticos.
Y todo se pudrió desde entonces.
Y ahora…
En la ciudad que alguna vez se llamó San Lorenzo…
Por ahí anda su alcalde, con una gestión vendida al sucesor del huido.
Una gestión municipal entregada al tirano abusivo y corrupto, tan vil como su antecesor pseudo indígena.
Y más allasingo…
Por la monseñor y deambulando entre la nada y el miedo camina un presidente cívico. Alguien repudiado por su conveniente, silenciosa y pasiva actitud.
Alguien parecido a un tal Rubén, un señor que por ahí anda de camisa verde.
Más acá…
Por la zona del estadio…
Se muerden y arañan entre cruceños y computadoras desaparecidas, despedazando lo último que queda de los gloriosos veintiun días que marcaron la victoria de la gente de bien.
Y mientras tanto…
Las personas de bien miran impotentes y frustradas.
Observan la aparición de candidatos a trochi y mochi.
Escuchan a los políticos que hablan y prometen todo, pero ven que ninguno menciona el padrón contaminado, ni la necesidad de un censo transparente que ni empadronadores tiene.
Y bueno…
Las personas de bien ya no se asombran por la parcialidad nada disimulada, la actitud de los administradores de justicia que liberan delincuentes, narcos y avasalladores de camisetas azules.
La gente de bien mira de palco, mientras la policía, en combinación con el gobierno de turno tiene el poder absoluto para acogotar a quien sea.
Pero…
A pesar de todo, la gente de bien aún tiene algo de fuerza, esa energía que su integridad e idoneidad le permite.
Y claro…
Las personas de bien siguen resistiendo aunque sea a través de las redes, la única y última libertad que le queda.
¿Y por qué?
Simple.
Porque al periodismo transparente se lo comió la pauta publicitaria del poder político y comercial hace mucho.
¿Hasta cuando?
Yo no sé.
Pero si usted, al igual que yo se considera una persona de bien…
Le cedo la palabra…
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR