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EN EL SALVAJE TRUFFI
La cosa es que me siento en el asiento de adelante del trufi del 2do anillo, a las 8 de la mañana, hora pico. Ñeen, íbamos en pleno viaje y el maestro, en plan y tono de ‘esta es mi unidad de transporte’, me ordena: «Te vas a recorrer, joven; aquí entran 2». Le hice caso, dije yo, esto ya me ha pasado antes, a mí también en algún momento me hicieron espacio en el asiento de adelante y así funciona la cosa, trabajo en equipo; en la yesquera no hay competencia por quién es el más yesca.
Me muevo para que suba el 2do pasajero e inmediatamente el chofer me reclama: «No aprietes mi pantalla, pues, joven; ¿qué voy a hacer sin radio después?» Yo, con la prepotencia de adolescente mocasinero que en pelea de gallos dice ¿»no sabes quién soy yo» o el tan conocido «no sabes quién es mi padre, voj»? Le respondo: «Pero maestro, usted me dijo recorra puej, entonces no recorro y voy solito aquí». Me responde: «No pues, joven, recórrete; aquí entran dos» (todo con Maroyu de fondo a todo volumen). Le digo: «Que yo sepa, aquí solo debe ir un pasajero…»
Pa’ que le dije… Se la tenía guardada, ok, entiendo, yo lo provoqué y lo sacó desde lo más profundo de su ser: «Por eso no me gusta llevar gorditos adelante», jaque mate. ¿Qué le iba a decir? En la guerra, en el amor y en la vida se gana y se pierde. Me encanta el choripán y el asadito con Coca-Cola; él tenía razón. Me arrinconé un poquito y ahí íbamos dos encaramados en un asiento para uno con Shakira de fondo.
Al volver del trabajo, decidí tomar el micro. Son más inclusivos, creo yo. Además, puedo subir los pies.
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Fuente: Mauricio Porras Periodista
