En un comentario sobre un reciente estudio del Institute for the Study of War (ISW), el geopolítico François Soulard señala que “sintetiza muy bien lo que significa moldear el entorno de percepción en un conflicto, en este caso el de Ucrania y del mundo occidental y global. No hay guerra ni acción conflictiva hoy sin esta cognitive warfare (guerra cognitiva)”.
El citado estudio alerta sobre la capacidad estratégica que está mostrando Moscú para implantar en la comunidad internacional “la idea de que es imposible ganarle la guerra a Rusia”, operación que constituye “la única esperanza” para el régimen de Vladimir Putin.
“El Kremlin utiliza el concepto de ‘paz’ para guiar a Occidente hacia la rendición de Ucrania, el resultado que Rusia busca pero que no puede lograr militarmente. (…) Necesita que Estados Unidos elija la inacción y acepte la falsa inevitabilidad de que Rusia prevalecerá. El centro de gravedad de Putin es su capacidad para moldear la voluntad y decisiones de Occidente, Ucrania y la propia Rusia. (…) La estrategia más importante no es la militar sino la estrategia de Moscú para hacernos ver el mundo como desea que lo veamos y tomar decisiones en esa realidad alternativa generada por el Kremlin, que permitirá a Rusia ganar en el mundo real”, indica el reporte del ISW.
Lo descrito se corresponde con una maniobra de cerco cognitivo, donde se procura encerrar al adversario en una burbuja psicológica e informacional, que reduzca sus opciones y construya un engañoso relato de “lo inevitable”, incentivándolo a la adopción de posturas autolimitantes, que considerará realistas y pragmáticas.
Este análisis sobre la guerra de Rusia en Ucrania (y a escala global en el campo informacional) también es perfectamente aplicable a lo que ha estado realizando en Venezuela el régimen de Nicolás Maduro, en relación al proceso que llevará a las elecciones presidenciales del 28 de julio.
El aparato estatal despótico del chavismo construyó su propio relato de lo inevitable, mostrando la inhabilitación de María Corina Machado (MCM) como un hito pétreo e inamovible, frente a lo cual era necesario registrar a otro candidato opositor. Junto a esta línea narrativa principal y explícita, se manejó otra secundaria o complementaria, implícita y difundida por canales de comunicación extraoficiales: el postulante sustituto no podía tener un perfil que facilitara la transferencia del voto desde MCM. El siguiente paso fue la inhabilitación tácita o pasiva, mediante “métodos no convencionales”, de la candidata-delegada Corina Yoris.
Una impensada fisura en este cerco cognitivo se produjo durante la visita de Emmanuel Macron a Brasil, que influyó en la emisión de críticas de Lula sobre las trampas electorales de Maduro. Con este giro, el rango de lo inevitable parece volverse algo más complejo de sostener para el chavismo.
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Fuente: Emilio Martínez – publico.bo