EL
GRAN
DIRECTOR.
Con el auspicio de:
#widenjamesrivero #wjconsorciojuridico
El Salón de Actos estaba lleno de pelaus vestidos de blanco y los profesores no podían calmarlos. Un pelau conversaba, el otro molestaba, todos se reían de algo.
Era la mañana de un 29 de abril, en la previa al magno acto.
El Gran Director saludaba a todos y al que llegaba lo miraba con afecto, respeto y admiración.
Pero…
Nadie percibía la inmensa pena que el Gran Director sentía.
Nadie podía notarlo.
Entonces…
El Gran Director entró al salón y la bulla de los alumnos cesó de inmediato con su presencia.
Como cuando alguien apaga una radio, como en aquellas mañanas cuando el decía con vos imponente:
– Juventud Floridista, ¡Buen día!
Y en medio del silencio absoluto, todo el colegio formado contestaba en coro:
– «Buen día señor Director!
Eso ya era pasado.
Él se iba.
No había vuelta.
Vestido completamente de blanco y con el cabello del mismo tono de su ropa, el Gran Director imponía presencia y respeto entre todos.
En eso…
Llegó la promo del sesenta y tres donde Guillermo Capobianco conversaba con su gran amigo Latus.
Y llegaron los pocos bachilleres que quedaban vivos, los chicos ya ancianos de la promo del cincuenta y dos.
¡Emocionante verlos!
Mientras tanto…
El Gran Director sabía que sería la última vez que él presidiría ese hermoso acto, un acto que se repetía cada veintinueve de abril desde el siglo pasado y aún mucho antes.
Sabía que extrañaría de por vida esas eternas mañanas.
Entonces…
El Gran Director miró a los presentes y vio los rostros de sus maestros colegas. Vio la tristeza de quienes siempre lo apoyaron y vio la risa hipócrita de aquellos que por la espalda le daban.
Le dolió percibir eso.
Y así era…
El Gran Director pestañeó aguantandose una lágrima escondida pero se aguantó, por que él era un floridista y los floridistas no lloran.
¿Que pasaba?
El Gran Director se iba a casa, lo jubilaban.
Y esto sucedía porque alguien decidió que se vaya, para «cumplir el reglamento», dijeron.
Atrás quedaría más de la mitad de su vida, miles de anécdotas, hermosas experiencias guardadas entre esas viejas paredes.
Yo lo observaba y en eso…
Alguien me habló y volteé a mirar.
Era Gonzalo Maldonado, quien sonriente me decía:
– No se olvide mencionar que «la hora cruceña es puntualidad».
¿Como olvidarlo?
El acto ya empezaba y el profe Rojas, el maestro de música daba las últimas instrucciones; lo apoyaba como siempre el amable y dinámico profe Orosco.
Y entonces…
El Gran Director me hizo la señal convenida para que yo empiece el acto conmemorativo al 29 de abril, el último acto donde estuvo presente el Gran Director.
Sí, aún recuerdo esa mañana.
Aquella mañana, cuando el Gran Director Luis Barrancos Álvarez se fue para siempre del Nacional Florida y desde aquella mañana…
El poderoso Nacional nunca más fue lo mismo…
El ESCRIBIDOR.
Pd/
Un abrazo hasta el cielo para Gonzalo Maldonado, Guillermo Capobianco y los excelentes maestros Jorge Rojas y Raúl Orozco. 😥
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR