El
ESCRIBIDOR
En
PALMASOLA…
Con el auspicio de:
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Hoy estuve en Palmasola, llegué con doña Pitty y sentía una rara inquietud.
Buscaba ideas, palabras a usar.
Muy temprano…
Conducía tranquilo, hasta que vi el tenebroso portón.
Me estacioné y vi el paquete en el asiento de atrás.
Un paquete con cien libros, para entregar sin costo alguno a mis oyentes cautivos.
Mi apoyo.
Mi aporte.
Y sucedió.
Me llegó la luz:
Solo hablaría con el corazón.
Y así lo hice…
Vi caras tristes, algunas ya resignadas.
Esas caras merecían más atención.
Entonces les conté de mi amigo Moneco, a quien mató la policía.
Era mi amigazo y se hizo delincuente, andaba con plata, robaba, después asaltaba cambistas, hasta que la policía lo mató a él.
Les conté lo que me dijo:
– «Acompañame, voy a recoger unos focos de colores…»
– «Esperame aquí, ahurita salgo»
– «Apúrate, corré… »
Él estaba robando y yo no sabía, luego vendió lo que robó y me quiso dar plata…
– «Tu parte»
-dijo él.
Tuve miedo y no acepté.
Él se enojó y nunca más me habló…
Mejor.
Teníamos dieciséis años.
Hoy…
En Palmasola les hablé de fe, de esperanzas, les pedí que nunca renuncien a la libertad del alma, el corazón y los sueños…
Muchos entendieron, y con alguna lágrima en los ojos me lo agradecieron.
Eso me conmovió.
Y entonces…
Ya salía del penal, casi tres horas después.
Y elay.
El señor me alcanzó y me mostró su poesía.
Quiere ser escritor cuando salga libre y yo le prometí ayudarlo.
Me dio su arrugada hoja y no pude terminar de leerla.
Las letras no se ven tan claras entre lágrimas…
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR