ES HORA DE QUE BOLIVIA CONSIDERE LA DISOLUCIÓN DE SUS FUERZAS ARMADAS

El reciente intento de golpe de estado por parte de un militar en Bolivia ha sacudido profundamente la confianza en la institución militar al grado de que se debe avivar el debate crucial sobre el papel de las fuerzas armadas en un país democrático y en crisis económica. Este incidente lamentable no solo revela la falta de profesionalismo dentro de nuestras fuerzas armadas, sino que también pone de relieve la cuestión fundamental de si deberíamos continuar destinando recursos significativos a una estructura militar que parece más un lastre que una salvaguarda nacional.

Bolivia asignó este año 458 millones de dólares al presupuesto de sus fuerzas armadas. Esta suma, considerable en un país con desafíos económicos apremiantes, podría ser canalizada de manera mucho más efectiva hacia sectores como la salud y la educación, pilares fundamentales para el desarrollo y bienestar de nuestra población. En lugar de sostener una máquina militar cuestionable en términos de eficiencia y rendición de cuentas, podríamos transformar estos recursos en inversiones que realmente fortalezcan el tejido social y económico del país.

La falta de profesionalismo evidenciada por el intento de golpe subraya una crisis más profunda dentro de nuestras fuerzas armadas: la pérdida de su propósito original de servir y proteger a la nación de manera imparcial y competente. En lugar de ser un garante de estabilidad y seguridad, se han convertido en un aparato que consume recursos sin proporcionar los beneficios esperados, y en casos extremos, se convierten en actores que amenazan la propia democracia que deberían defender.



En un panorama global marcado por tensiones geopolíticas crecientes y el riesgo constante de conflictos internacionales, adoptar una postura pacifista podría ser no solo una declaración moral, sino también una estrategia inteligente. Convertir a Bolivia en un país pacifista, libre de una presencia militar tradicional, podría fortalecer nuestra imagen internacional como defensores de la paz y la cooperación. Podríamos redirigir los recursos y el talento actualmente absorbidos por las fuerzas armadas hacia la mejora de nuestra seguridad interna, fortaleciendo nuestras instituciones policiales y de justicia para abordar eficazmente los desafíos del crimen y la violencia.

El intento de golpe reciente es un llamado urgente a la acción. Es hora de que Bolivia considere seriamente la disolución de sus fuerzas armadas en su forma actual. No se trata solo de un cambio estructural, sino de un paso significativo hacia un futuro donde la paz, la estabilidad y el desarrollo humano sean los verdaderos pilares de nuestra nación. Es hora de redirigir nuestros recursos hacia la construcción de un país más próspero y viable en lugar de estar mal gastando recursos en mantener serviles al gobierno de turno. Que esta ingrata experiencia no quede solo en memes, sino que nos invite a la seria reflexión

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Nadia Beller