El impensado regreso del centro

Las alianzas de Vladimir Putin, por derecha e izquierda, con las que buscaba debilitar el compromiso de Francia contra el expansionismo ruso en Europa del Este, han quedado aparentemente contenidas. Ironías de la historia: con su visita al Kremlin en jornadas previas a la votación francesa, el premier húngaro Viktor Orbán, promotor de la democracia “iliberal” y socio de Marine Le Pen, se convirtió en jefe de campaña involuntario de la política de cordón sanitario.

La arriesgada apuesta electoral de Emmanuel Macron tuvo un desenlace relativamente exitoso, evitando al mismo tiempo una mayoría para cualquiera de los extremos y devolviendo al centro, tras el reciente desastre de los comicios europeos, a un fuerte segundo lugar en bancas parlamentarias (tal vez primero, si se le suma la parte rebelde de la centroderecha de Los Republicanos), conservando la llave para la formación de un nuevo gobierno.

Si el presidente francés sigue moviendo sus fichas con habilidad, es probable que no sólo los preparativos de los posfascistas queden en agua de borrajas, sino también los del neocomunista Jean-Luc Mélenchon. Una de las posibilidades más lógicas sería una coalición entre el Ensemble de Macron y Raphaël Glucksmann, socialdemócrata pero atlantista, pro-Ucrania y pro-Israel.



Otra victoria de los últimos días ha sido la de Keir Starmer en el Reino Unido, un ex fiscal general de mano dura que, muy al estilo del “nuevo laborismo” de Tony Blair, condujo a su partido a la centralidad, basando su discurso de campaña en crear riqueza, asegurar las fronteras, combatir a las bandas criminales y luchar contra el antisemitismo. Tópicos que hacen recordar a la estrategia clintoniana de “triangulación” de los ’90, que construía puentes con temas de interés de los conservadores moderados.

Estos regresos del centro pueden estar marcando un límite ciudadano hacia los liderazgos polarizantes, de los populistas que promueven nuevas formas de autoritarismo, bajo la modalidad de la democracia “iliberal”.

Juan Pina, ex vicepresidente de la Internacional Liberal, dice que “la política democrática oscila entre la competencia por el centro (quitando apoyo al adversario) y la competencia por ser más grande que el adversario saliéndose del centro (polarizando e hipermovilizando). La segunda dinámica es destructiva y lleva al conflicto social”.

Posturas como las de Starmer y Glucksmann también deberían ser tomadas muy en cuenta por los simpatizantes locales de la socialdemocracia, que equivocan sus movidas al buscar apoyo en el filochavista Pedro Sánchez.

Si el Partido Demócrata logra sustituir a Joe Biden, por un candidato que no sólo represente renovación generacional sino también un mayor peso del ala socioliberal de ese partido frente a la facción de izquierda, tendría una alta chance de atraer a una porción significativa de los republicanos moderados que apoyaron a Nikki Haley en las primarias, y los Estados Unidos podrían estar siguiendo ese camino de reposicionamiento del centro.

Redacción / Esto También Sucede

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