Pedimos una carnecita, nos trajeron el pan caliente y crujiente, la Coca Cola y rápido también la ensalada.
Estábamos probando el pan y de pronto aparece una rata debajo de la mesa.
Llamamos a los meseros, van, revisan y dicen que la van a buscar. No se sorprenden con la noticia.
Obviamente quedamos sin ganas de comer en el restaurante. Les dijimos que nos íbamos y nos cobraron Bs 35.
Sí, nos cobraron las cocas y el pan. En su restaurante con ratas. Y no hubo ninguna disculpa.
Nos salimos, fuimos a comer algo rápido al patio de comidas (ya no quedaba mucho tiempo) y nos fuimos al lado, al cine.
Compramos las pipocas y las cocas y buscamos nuestra sala, la 6. Nos ubicamos, empezamos con las pipocas y comenzaron los avances.
Nos fuimos listos para ver al agente 007 en un rol gay. Nos sorprende ver muchos niños en la sala. Pero, bueno, son tiempos modernos.
Habíamos comprado entradas para ver Queer, con Daniel Craig. Empezó la película y era una cinta navideña. Pensamos que nos habíamos confundido de sala.
Preguntamos a los vecinos de butaca y nos dicen que habían comprado sus entradas para Código Traje Rojo.
Nos salimos. Segunda vez en la noche. Preguntamos a la gente del cine y nos dicen que vendrá un encargado a atendernos.
Viene el joven encargado. “La cambiamos su película porque se habían vendido pocas entradas. Les vamos a devolver sus entradas para que vengan a ver otra película”.
¿Así tan simple se puede cambiar una película? ¿No vale tu tiempo? ¿No vale tu selección de película?
Pensé, “en nuestro pueblo todavía no se respeta al cliente”.
El restaurante vip con ratas, que encima te cobra. Y el cine sin consideración que te cambia la película sin aviso y sin anticipación, son dos muestras deprimentes: no se respeta al cliente.
Vamos Santa Cruz, podemos hacer las cosas mejor.
Fuente: Pepe Pomacusi Periodista