Amanecernos con nuestras poleras de Sabina, escuchando a Sabina, queriendo que no se vaya nunca y sabiendo que ya empezó a irse.
Hoy asistimos a su último vals. Sintiéndolo mucho. Pero sabiendo que él capaz de levantarle la falda a la luna y de cantar la canción más hermosa del mundo. Y que a él no le cobró la Magdalena.
Demasiado grande Joaquín. Aguante maestro. Que no estamos listos para vivir sin la arrugas de tu voz.
Fuente: Pepe Pomacusi Periodista