Durante años, muchos lo vieron con su canastita de dulces en las manos, sonriendo afuera del colegio Magisterio, en la avenida Mutualista. Con 87 años, don Marcelino Lovera Arganes no pedía nada más que una oportunidad para ganarse la vida con dignidad. Hoy, ese mismo hombre que alegraba las mañanas de los escolares enfrenta una dura realidad: fue desalojado tras no poder pagar tres meses de alquiler.
Sin un techo, sin apoyo familiar, sin recursos… pasó noches enteras durmiendo en una banca de plaza, expuesto al frío y la lluvia. Un abuelo solo, vulnerable, olvidado por un sistema que muchas veces da la espalda a quienes más lo necesitan.
Vecinos de buen corazón, conmovidos por su situación, decidieron ayudarlo. Le ofrecieron refugio temporal y ahora luchan por conseguirle un cuarto digno donde pueda vivir tranquilo. Pero no es fácil: la dueña de su anterior vivienda se niega a devolverle sus pertenencias hasta que pague la deuda pendiente.
Hoy, don Marcelino no vende dulces. Hoy, necesita que seamos nosotros quienes endulcemos su vida con un acto de solidaridad. No es limosna. Es justicia. Es humanidad.
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Fuente: Periodismo Somos Todos