DOÑA
CHOCA…
Con el auspicio de:
#wjconsorciojuridico #widenjamesrivero
Ella vio muchas cosas, de hecho, la historia del fútbol cruceño pasó ante sus ojos desde que era pelada.
– Era boninga la cambinga.
-dicen los viejos fútboleros, los que saben.
Ella vio las casetas de madera, donde el joven Bernardo Silva hacía sus primeras armas, en esas tardes calurosas de domingos y sábados…
El que va al estadio sabe: El hincha grita, reniega, aplaude, festeja, llora y…
¡Come!
Así es ella, en eso trabaja.
Mujer cruceña, hermosa, trabajadora y valiente, como millones de mujeres cruceñas que enfrentan el desafío de vivir cada día.
Y en esa época…
Una charola de las de antes, esas que se caían y hacían una bullanga.
Y en la charola seis vasos de cristal llenos de mocochinchi, delicia que ella preparaba un día antes.
Así fue.
Así vivió y aún vive ella.
Toda una vida dedicada al trabajo digno y sacrificado.
Humilde en el hecho, digno de respeto en su grandeza.
Ella vio debutar a un diez llamado Chichi, le vendió refresco a Cappielo y a don Antonio y Felipe Vianna, los verdaderos fundadores de «Petro».
Ella ya estaba cuando construyeron preferencia y fue testigo de la caída del avión, en el viejo Willy Bendeck.
Álvaro y Pepe Peña, eran unos peladingos piernas flacas y pata pilas, cuando ella ya cocinaba sus productos en la tribuna.
Y claro…
La valiente mamá de esos pelaus era su colega, porque también preparaba empanadas y refrescos que esos pelaus, los futuros futbolistas vendían.
Ahora…
Sigue en el estadio con las empanadas, panchitos, asaditos, refrescos…
Pero el tiempo no perdona.
Ahora tiene un equipo de trabajo de gente joven pero ella cobra, da cambio y nada se le escapa.
Amable, siempre sonriente y atenta a quien le habla de los viejos tiempos.
¿Cómo se llama?
Ella se llama…
Bah.
¿Qué importa como se llame?
Total, en el Tahuichi, en esa vieja tribuna de general que se une con la curva de Oriente, el hincha que va y le compra, solo le dice del modo más respetuoso:
– Doña Choca, un asadito con yuca, ¿por favor?
Claro, la conocen.
Y entonces, igual que en los viejos tiempos, ella sonríe amable y atiende.
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR