El de allá, en la esquina, soy yo. Principiante, pimpín, novato. Votaba el presidente Jaim

El de allá, en la esquina, soy yo. Principiante, pimpín, novato. Votaba el presidente Jaime Paz Zamora y me asignaron en el diario, La Razón, donde era reportero, la responsabilidad de cubrir su votación.

Yo nunca quise trabajar en el área política. En La Razón me habían contratado para el área económica, mi preferida. Yo había estudiado comunicación en la privada Universidad Católica y estaba estudiando economía en la estatal UMSA. Lo mío era la economía.

Por eso me llamaron de La Razón, para llevarme al área económica. Les habían gustado unos artículos míos sobre la bolsa de valores que yo escribía en el diario Primera Plana, el primer diario en el que trabajé, por tres meses.



En Primera Plana yo ganaba un salario de 800 pesos y nada más. De La Razón me convocaron ofreciéndome 1.600 pesos de sueldo, más 200 de bono de transporte y 200 de bono de alimentación. Esos 2.000 pesos me cambiaban la vida.

Por eso y por el desafío de estar en el diario más importante de La Paz, acepté irme a La Razón. Al área económica.

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Pero llegué y me explicaron que se habían producido unas renuncias en el diario y que me debía integrar “solo por tres meses” al área política. “Después vas a economía, que pase la tormenta”, me explicaron y prometieron.

Nunca fui a economía. Jamás salí de política.

“Tus fuentes van a ser el Presidente, el Palacio Quemado, la cancillería, la Iglesia y las Fuerzas Armadas”, me dijeron. No era lo mío. Pero ya había renunciado y debía enfrentar lo que venía.

La primera vez que entré al Palacio Quemado con mi credencial de periodista me sentí deslumbrado. Las alfombras rojas, las gradas desde las que se daban los mensajes a la nación, los espejos, los colorados de Bolivia en la puerta, el trajín incesante de ministros, asesores, ujieres y secretarias en el famoso hall de palacio. Y yo, en el lugar que menos había pensado estar.

Un muchachito montereño en el más vibrante centro de poder del país. Asustado, obviamente. Desconocedor de los protocolos. Desconocido por todos mis colegas. Hasta me parecía un atrevimiento de mi parte considerarlos mis colegas. Varios de ellos me doblaban la edad. A muchos los había visto en la tele.

Pero bueno, estaba en el medio del juego y había que jugar. Siempre he dicho que el miedo provoca dos tipos de efectos: te aquieta, te deja inmóvil, o te moviliza, te impulsa.

Yo siempre he funcionado a miedo. Siempre tengo miedo, el miedo es mi combustible, lo que me desafía, lo que me mueve. Así que, siendo que el Palacio Quemado iba a ser mi lugar de trabajo diario, el miedo me puso en marcha.

Cuatro meses después de mi primer día de trabajo, abandoné a todos mis colegas reporteros de ese increíble e histórico lugar. Contra todo pronóstico y para sorpresa mía y de todos, me ascendieron a jefe del área política del diario La Razón.

En mis cuatro meses como reportero de Palacio tuve algunos aciertos que llamaron la atención, me valoraron algunos periodistas grandes (por siempre agradecido con el Dr José Luis Roca García) y los elogios hicieron que el director del diario, don Jorge Canelas, primero se fijara en mí y luego me entregara toda su confianza.

Cinco meses después, don Jorge me nombraba jefe de redacción. Solo nueve meses después de haber llegado al diario. Era una locura. Yo no lo podía creer. El periodismo paceño mucho menos. Me descalificaron en todos los idiomas. Todos apostaron a mi fracaso. Todos criticaron a don Jorge.

“No va a durar un mes”. “Se volvió loco don Jorge Canelas”. “¿Quién es ese cambita?”, decían los más amables. “¿Quién es ese cojudo?”, decían los menos diplomáticos.

No podía fracasar. No podía fallarle a don Jorge. Todavía no sabía que al que menos podía fallarle era al
Dr José Luis Roca. Él había sido el que más elogiaba mi estilo, mi redacción, mis reportajes y el que más me recomendaba con don Jorge, antes de conocernos personalmente.

Así que me asusté. Mi combustible estaba en acción. El miedo me movió. Tanto que me quedé cinco años en el cargo, antes de que me ascendieran a director de informaciones, donde me quedé dos más. Después renuncié porque quería volver a Santa Cruz.

Han pasado más de tres décadas desde esa mañana en la que me asignaron cubrir la votación del presidente Jaime Paz Zamora.

Van más de tres décadas trabajando. Y no paré nunca. Es bueno recordarlo en este día del trabajo.

Mi homenaje a don Jorge, a todos mis colegas de Palacio Quemado, a mis compañeros de redacción y a todos los compañeros que luego he tenido en la televisión, los diarios, la radio y las revistas. Todo se hace en equipo, suman el camarógrafo, el sonidista, el chofer, el presentador, el personal de limpieza, los de la cocina, todos.

¿Y cuándo volví a economía? Pues nunca. Uno hace sus propios planes, Dios y la vida tienen a veces mejores planes reservados para nosotros.

Siempre agredecido.

Fuente: Pepe Pomacusi Periodista