No se asuste. No se trata de la furia de la que habla el vicepresidente Choquehuanca, que además de su ignorancia de la historia, tampoco sabe que ya no cuenta ni siquiera con el respaldo de sus hermanos aymaras, que otra vez le fallaron al proyecto totalitario del falso indígena Evo Morales. Ellos no soportan a los impostores y especialmente, a los cobardes.
La furia de Santa Cruz no es violenta. No puede ser violenta una región donde impera el libre comercio, el mejor tratado de paz no escrito que existe en el mundo, pues se trata del único ámbito en el que no hay imposiciones, se valora la diversidad y el pluralismo y, por si fuera poco, en el que todos ganan, pues a nadie le conviene que al otro le vaya mal. El beneficio mutuo es la base del sistema, a diferencia del proyecto masista que sólo puede triunfar en la media que destruye todo lo esté a su alrededor.
La furia de Santa Cruz no tiene nada que ver con un sustrato étnico, sino cultural. Es la cultura de la producción, de la prosperidad y la libertad, un espacio en el que estamos de acuerdo más de tres millones de habitantes del departamento, la mayoría “refugiados” del occidente del país, expulsados por un sistema cavernario, mafioso y asfixiante, compuesto por sindicatos, movimientos sociales, agrupaciones y toda clase de organizaciones criminales que han secuestrado a la democracia boliviana.
No se puede desmerecer el esfuerzo que han hecho Potosí, Chuquisaca y otras regiones, pero es justo reconocer que Santa Cruz se ha echado al hombro la lucha por la libertad de Bolivia. Lo viene haciendo desde mucho antes de la recuperación de la democracia, con la pelea por conseguir la descentralización que se tradujo en la elección de alcaldes y de los gobernadores, en las conquistas autonómicas y en una distribución más equitativa de los recursos públicos. Desde el 2006, esta tierra ha asumido el rol más importante en la resistencia contra la dictadura, el populismo y el socialismo que impulsa el MAS.
Esta conducta le ha traído a Santa Cruz muchas desventuras en los últimos 15 años. Cientos de líderes cruceños han sido asesinados, enjuiciados, perseguidos, encarcelados y se han visto obligados a dejar el país ante el acoso de los órganos del estado convertidos en mercenarios del MAS. Los productores de esta región han sido acosados de manera criminal por los entes del gobierno, han soportado prohibiciones, restricciones, avasallamientos y la ciudadanía ha sido objeto de ataques, descalificativos, cercos y toda clase de amenazas, pero ninguno de estos ataques ha conseguido doblegar la gran furia, ese espíritu indomable que se ha mostrado en las calles, en las rotondas, en las familias que han salido a protestar y hacer prevalecer su derecho a vivir y trabar en paz.
La lucha de Santa Cruz fue vital en el referéndum del 2016, fue fundamental en octubre y noviembre de 2019, también se destacó el 11 de octubre, cuando se obligó al gobierno de Luis Arce a retroceder en su intento de aniquilar la propiedad privada en el país. En el conflicto más reciente, la victoria es de todos los ciudadanos bolivianos, pero no hay duda que el liderazgo ha sido cruceño y continuará siendo así mientras sigan las amenazas contra la libertad.
Fuente: Eduardo Bowles