Acá cocinamos a las bestias más duras de cocer. Esas que no ablandan con un hervor. Esas que no caen en cualquier cancha, que no se cocinan en cualquier olla ni se rinden en cualquier cocina. Nosotros tenemos nuestra Caldera del Diablo. Y esta Caldera no perdona. Hierve. Se vuelve infierno para nuestros rivales.
Acá caen gigantes. Acá doblan rodillas los grandes de las alturas. Acá han mordido el polvo de la derrota Bolívar y The Strongest. Por nuestra cancha han salido arrastrando, derrotados, sus delirios de grandeza.
Acá caen los grandes de los llanos. Oriente y Blooming, esos que cantan “equipo chico la puta que te parió”, esos han ardido en esta Caldera, de acá se han ido lamiéndose sus heridas los hinchas de Oriente y Blooming. Cosa seria es la Caldera.
En esta Caldera del Diablo acabamos de cocinar a fuego lento y festivo al último invicto del torneo liguero. A ese que venía de golear 7 a 2 a The Strongest, a ese que estaba contento y se creía invencible alojado en la punta. Fue 5 a 0 a Always Ready. Con calidad, sin contemplaciones, a puro fútbol, a pura garra y a puro gol.
La Caldera del Diablo es un estadio pequeño, con un aforo de apenas 14 mil personas. Un estadio chico, pero un infierno grande para nuestros rivales. Nuestra tribuna queda al lado de la cancha, nada de pista atlética, acá les respiramos la nuca a los visitantes, acá oyen cada grito nuestro, acá miran desde la cancha hacia la tribuna con miedo, con respeto y con nervios.
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Es hermosa nuestra Caldera del Diablo. Es la casa de Guabirá, es la pista de baile de la furia roja, es el detonante de una pasión que muchas veces no tiene explicación. Pareciera que nos gusta sufrir. Y no quedan dudas de que no nos gusta traicionar. Rojos en las buenas y mucho más rojos en las malas.
Acá venimos en familia, con nuestras mujeres, con nuestros hijos, con nuestros padres y con nuestros abuelos. Acá nos abrazamos los que a veces casi no nos vemos en la vida diaria. Acá reímos, acá lloramos, acá sentimos y nos identificamos. Acá gritamos, acá puteamos, acá nos olvidamos de nuestros buenos modales y acá lucimos nuestros mejores sentimientos.
De acá sacamos una hermosa identidad: somos montereños, hinchas de Guabirá, orgullosos de nuestro pueblo y de nuestro equipo.
Gracias equipo por esta noche inolvidable, por golear al puntero, por meterle cinco y por inflarnos el pecho de orgullo. Gracias a cada hincha fiel, a cada jugador que arriesga la pierna y agota el aire de sus pulmones, a cada dirigente (siempre Rafo en primera fila) que nunca se rinde y siempre pone, a cada relator deportivo que se emociona y nos emociona a todos.
Gracias Guabirá, gracias Montero, gracias Caldera del Díablo. Disfrutemos esta noche. La vida está hecha de instantes. Y este es demasiado bello.
Fuente: Pepe Pomacusi Periodista