El tiempo de las vigilias fue precioso.
No tendría sentido sin haber viajado madrugadas enteras por el océano de tu ausencia.
No sería nada, sin esas horas inmensas, que no avanzaban, entre un libro, la penumbra y otro libro.
No sería huella, sin los breves surcos de mis ojos, que cuidaron en silencio tu sueño.
No sería verso, sin estas letras, que ya no pueden disimular la agonía de tus ojos…
No sería música, sin esta prisa, para calmar mi sed en la cadencia de tus rubores…
El tiempo de las vigilias ha terminado.
Ya es el tiempo del coraje.
Fuente: Roberto Barbery Anaya.