1) Su personalidad, tan poco accesible, al parecer tiene que ver con las ideas de sus libros. Por ejemplo, usted dice en “Desertores”: “La Historia se ruboriza ante la soledad íntima de un hombre singular” ¿Es plenamente consciente de esta relación?
La cita es de “Otra versión de los hechos”; en “Desertores” hay un eco: “Es más fácil domesticar a un pueblo que conquistar a un hombre singular” Existe, indudablemente, una relación indisoluble entre mi forma de pensar y mi manera de ser; soy consciente de que es inusual… (Sonríe)
2) Es un “desertor”…
Bueno, yo estoy orgulloso de que mi identidad sea el asombro cotidiano de Dostoievski, la indiscreción metafísica de Borges, el escepticismo lúdico de Cioran, la falta de arraigo individual de Vargas Vila, el compromiso sin prejuicios de Sabato, la filosofía sin gremios de Nietzsche, el olvido sin culpa de Pessoa y la ironía musical de Wilde… En relación al Federalismo, me parece que puede ser una forma menos arbitraria de gobernar Estados con diversas naciones… (Risas)
3) ¿Y Sartre?
Es un modelo de “desertor”. Admiro el valor que tuvo para criticar por igual la intervención del comunismo soviético en Hungría y el colonialismo francés en Argelia. Y para hacerlo, además, sin desmerecer nunca el legado principal de su obra filosófica: la perplejidad del individuo frente a las desmesuras colectivas. Es conmovedor que haya rechazado el Premio Nobel para recordar que está en contra de toda mediación institucional entre el lector y el escritor…
4) Guardando las distancias, usted critica por igual dos veredas en el vecindario…
Sí, ya hablamos de eso. Sólo podría añadir que las dos veredas (se refiere al “Cruceñismo” y al “Estado Plurinacional”) carecen de vocación universal. Eso ha hecho que Santa Cruz sea un “niño grande”: crece en forma física, pero no en forma mental. Una desproporción grotesca, ¿no? Por ello, con mucho esfuerzo, apenas puede gobernar la esquina del barrio. En la otra vereda, la falta de vocación universal se traduce en un nacionalismo cada vez más anecdótico y ridículo, como el del Vicepresidente del Estado Plurinacional, que con sus disparates puntuales, nos condena al destino de ser un país exótico, que es la mejor manera de fomentar el desdén internacional; en síntesis, que venga el diablo y elija entre el niño grande y el parque jurásico… (Risas)
5) ¿Hay algo más que tengan en común?
Pero si son igualitos o igualingos (lo mismo da). Tienen la misma forma dualista de razonar. Si usted piensa distinto (o simplemente “piensa”), por aquí le dicen “comunista”; y si usted piensa distinto (o simplemente “piensa”), los sicofantes del gobierno le dicen “neoliberal”. Son tan igualitos o igualingos que no se han enterado que esa forma anacrónica de vivir es fascista…
Fuente: Roberto Barbery Anaya.