2022 será un año muy distinto

Cerramos el primer mes de este nuevo año, y de acuerdo a lo mucho que se ha visto en tan poco tiempo, abordemos algunos aspectos tanto sobre la coyuntura de Bolivia como la internacional:

Si alguien me apresura para ponerle una fecha al crack en Bolivia, probablemente me inclinaría por decir que será en este año, dentro de los 11 meses que quedan de él.



Mis argumentos se fundan en lo que he observado y explicando in extenso en mi último informe anual: la madre del cordero está en el sistema bancario y financiero no solamente por las erráticas políticas de, por ejemplo, diferimientos de pagos desde 2020, sino por la política de bolivianización forzosa iniciada ya en 2004 por el Banco Central de Bolivia; por las reformas aplicadas en 2013 para permitirle al ente emisor intervenir en las tasas de interés crediticio de la misma forma en que lo hizo hasta 1985; y por la acumulación consecuente de una serie de activos tóxicos en el conjunto del balance del sistema.

Claramente, la acumulación de problemas se generó durante la etapa del auge, y las cuarentenas masivas y forzosas fueron un factor agravante de esos problemas, mas no su causa. Sin embargo, los detonantes pueden ser identificados fundamentalmente en la falta de financiamiento para que el modelo económico impuesto en 2006 sobreviva.

La falta de financiamiento, que depende en gran medida de los $3.000 millones que pretendían emitir ya en el primer trimestre de 2021, y ahora de los $2.000 millones en este primer trimestre de 2022, permitiría salvar los problemas de más corto plazo y evitar un auténtico desastre, pues, entre otros aspectos, permitiría apuntalar las reservas del Banco Central, inyectar liquidez al sistema bancario y financiero, y evitar una devaluación cambiaria e incluso posibles corridas de los depositantes.

En el entretanto la deuda interna crece a un ritmo y a niveles sin precedentes, socavando la solidez incluso del sistema previsional de pensiones, y la crisis en YPFB se traduce en una creciente incapacidad de producción, lo cual lleva, a su vez, a incumplir contratos con Argentina e importar cada vez mayor cantidad de líquidos a precios crecientes del petróleo (el PGE 2022 ha sido elaborado con un barril a $50, mientras el WTI se encuentra hoy en los $87).

Es decir, Bolivia, y sobre todo los economistas convencionales y típicamente convencionales que tanto gustan del gasto público a manos llenas, ya no tienen motivos para celebrar incrementos en los precios de las materias primas, sino todo lo contrario. De esa manera han cambiado las cosas, el giro ha sido de 180 grados.

Pero también hay posibles detonantes en el ámbito internacional. La Reserva Federal se prepara para incrementar tasas de interés tan pronto como en marzo, y para repetir la operativa entre 3 y 5 veces más en el resto del año frente al incremento permanente de la inflación, que se encuentra en máximos de 40 años.

Si la Fed incrementa tasas, a Bolivia le será todavía más difícil (caro y políticamente inviable) conseguir financiamiento si no es hasta tocar las puertas de la China o incluso -quién sabe a qué estarán dispuestos eventualmente- el FMI.

Entonces, la recomendación ante este escenario, así como lo ha sido desde que arrancamos este proyecto en septiembre de 2014, es invertir en el exterior.

Efectivamente, enero se ha traducido en un dolor de cabeza para los inversores en bolsa, dado que se han registrado -y se siguen registrando- fuertes correcciones en el Nasdaq, siendo su peor mes de enero desde 2008 con una caída del 9%. Por ejemplo, hemos visto caer con fuerza a Peloton, Zoom y Netflix, en alrededor de un 25%, 76% desde máximos de 2020 y 37% respectivamente, y ahora mismo Facebook lleva una caída de nada menos que el 24%.

Ante semejantes noticias uno podría deducir que invertir en bolsa estadounidense ahora mismo sería un auténtico error, más aún si además el mercado de bonos está enviando un mensaje de pronta recesión en la economía de EEUU (la curva de rendimientos está a punto de invertirse).

Sin embargo, la tesis que hemos seguido y recomendado desde un principio finalmente ha dado los mejores resultados posibles hasta el momento, la estrategia típicamente value, que suele prepararse para entornos como el actual, donde todo lo que crece sin demasiado fundamento termina cayendo inexorablemente.

No hablemos de rentabilidades, que son extraordinarias de todas maneras, pero no hay que distraerse con estas cifras. Lo que estamos buscando antes que cualquier otra cosa es SEGURIDAD, tanto de la elaboración de un vehículo legal adecuado, como del método de inversión. Estoy seguro que la volatilidad en la bolsa americana e incluso una posible recesión en Estados Unidos es preferible frente a lo que a Bolivia (e incluso el resto de la región) le depara este año y lo que el régimen estaría dispuesto a hacer para preservar el poder.

Si eres miembro de una familia con alto patrimonio y todavía no has tomado decisiones para preservar a largo plazo lo que tanto ha costado construir, toma decisiones impostergablemente.

2022 trae los desafíos del inicio de la recuperación en W
¿Finalmente habrá rotación de growth a value en 2021?
¿Qué está pasando (o dejando de pasar) con el value investing?
Cómo los millonarios chilenos están encarando hoy el riesgo político
La huida hacia activos reales: el vínculo entre el ciclo económico y el value investing

Mauricio Ríos García